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Ignacio Villa (Bola de Nieve) |
Ahora la gente me mira más raro en las guaguas
de las cinco de la tarde. No pueden creer que cuando es normal que los jóvenes
de hoy estén “reguetonizados” hasta la médula, venga uno escuchando a Ignacio
Villa en su célebre interpretación de “Ay, Mamá Inés…”. Notable en la grabación
que su calidad no es a la altura de las que se realizan con las tecnologías
actuales, pero tengo la sensación de que parece que el Bola está sentado frente
a mí haciendo la pieza como la primera vez. No me importa que me miren
asombrados. Bola de Nieve me transporta lejos. Lo escucho más y más mientras
avanzo los largos kilómetros que me separan de casa. Hasta hace poco no lo
hacia. Sólo había leído algunas cosas sobre él y del gran aporte que legara a
la cultura de la isla por lo cual es uno de los grandes exponentes de la música
cubana del pasado siglo XX.
Todo comenzó husmeando entre cientos de
archivos digitales en los que hay gran variedad de intérpretes del patio, como
suelen decir algunos cuando quieren resaltar a los artistas nacionales y
diferenciarlos de aquellos de otras partes del mundo. Entonces aproveché que
estaba sin más nadie cerca de mí y reproduje los de la carpeta del Bola. Quedé
encantado de la frescura de aquello que escuchaba. Me parecía verlo sentado al
piano mientras sus dedos se movían ágiles por las teclas produciendo cada
pedazo de la melodía. Acto seguido copié dicha carpeta completa hacia mi USB y
luego otra para mi teléfono.
Subo ahora los escalones del transporte con las
dos manos ocupadas. En la izquierda llevo un peso, aquel que tiendo al chofer.
En la otra mi teléfono en “play” con Bola de Nieve. Me arrincono en una
esquinita al fondo y mientras observo las montañas a lo lejos, mi nuevo amigo
va cantando “Chivo que rompe tambó…” o “Si me pudieras querer…”. Es como si a
través de estas grabaciones él supiera que en el futuro, estaría alguien
necesitado de escucharlo para así escapar del tedio de las jornadas agotadoras
en las que, aunque cansados vamos hacia nuestros hogares, también llevamos la
satisfacción de haber vencido un día más.
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