sábado, 19 de enero de 2019

Chicharrones con café y platanitos fritos



A mi amiga Cristina le dicen cariñosamente Lala. No tengo mucho tiempo para verla todos los días: cosa que hago de vez en vez cuando llego por las tardes de la larga travesía que supone regresar del trabajo en el que actualmente me desempeño. Recién ayer le hice una de esas visitas para saber de ella luego de algunos días sin vernos. La noche invernal caía y apenas descendí de la Diana me dirigí hacia su casa. Cristina miraba la  televisión antes de meterse a la cocina para distraerse un poco, agobiada por los papeles que caracterizan su labor de trabajadora social y que no importa en que sistema sea, siempre es algo difícil trabajar con tantas formas y carácteres diferentes.

Después de saludarla justo comenzaba el Noticiero Cultural por las frecuencias de Cubavisión y entre los titulares destacaban a prominente escritor cubano. Le comenté ya acomodado en una de las sillas la diferencia que yo siento cuando escucho hablar de un artista, de lo diferente  cuando tienes a alguien que te supervisa, es tu jefe y sientes que no eres libre porque de alguna manera dependes de la formula para tener todos los meses un sustento, a no deberle explicaciones a nadie, de sentirte dueño de tu destino como los la esencia de un literato aunque en la cuestión de práctica no sea del todo así. Al menos esta era la idea. No sé si Lala me entendería.

“Ahora tengo que cocinar Poli” me dice. “Son algunas cositas sencillas para acompañar el arroz nuestro de cada tarde. Te invito a que pases conmigo a la cocina para que te tomes una tacita de café y también para que pruebes algunos chicharrones que nos quedan en el refrigerador todavía de fin de año”.

Ya en la cocina pone el sartén al que, paciente, espera que empiece a calentar para luego echarle un poco de manteca y después de darme la primera taza de café, va pelando unos platanitos maduros a la vez que en un platillo plástico me pone los chicharrones.

“Esto es lo que hay” me explica como si yo no fuese un cubano más de los once millones.

Observo cómo con destreza y de herramienta un cuchillo de mesa, hace con los plátanos unas finas láminas que pronto se freirán en la manteca que ya empieza a desprender el olor. Olor que tiene inquieta a Yuli, una de las dos gatas que tiene  mi amiga. Yuli se frota contras las piernas de Cristina. Esta se levanta. Pone a freír las láminas, y sentándose toma a la gata para acariciarla. Yo disfruto algo que en  toda mi vida jamás había hecho: el comer chicharrones con café y degustar la experiencia de unir dos productos tan cubanos a los que muchos estamos habituados durante toda la vida. Es en ese preciso momento recuerdo que al bolsillo traigo mi cámara.

“¿Puedo hacerte unas fotografías?” le pregunto.

“Ay no Poli. No te atrevas a hacer tal cosa”.

“¿Por qué no? Dale, vamos a hacértelas con Yuli.

“Espérate un momento déjame ver los platanitos, que se van a quemar. Dame el platillo para brindarte dos o tres que ya están fritos” me dice esquivándome por un segundo quitándome éste. Yo ya voy sacando la cámara mientras está de espalada contra la hornilla.

Con un tenedor agrega algunas lascas de plátanos bien fritos para acto seguido devolverme al platillo. Yuli sigue insistiendo en rozar las piernas de mi amiga quien la vuelve a tomar para seguir acariciándola antes de sentarse nuevamente. Yo mientras tanto agrego a mi paladar ya invadido por el gusto de chicharrones con café el del sabor exquisito de platanitos maduros acabaditos de pasar por la manteca y es exactamente en este punto cuando ideo escribir esto. Otros segundos luego, Cristina descubre que he encendido la cámara.

“Quédate ahí mismo con Yuli” le ordeno mientras la enfoco.

“Mira que eres insistente. Está bien, pero que quede buena.” Me dice mientras agarra a la gata con singular cariño.

“Voy a escribir sobre esto. Le pondré “Chicharrones, café y platanitos fritos” ” le comento antes de mostrarle la fotografía con Yuli. “ ¿Viste? , quedó perfecta para incluirla en mi artículo.”

Cristina sonríe mientras observa la instantánea y haciendo un gesto de afirmación me hace saber que fue de su agrado. Le digo entonces que ahora a ella sola le haré una toma. Se ve algo indecisa con mi idea y sin esperar tanto le digo que mire al lente. Lo mira. El flashazo. La fotografía:

Antes de apagar la “Nikon” hago juntar con mis manos la taza de café, los chicharrones y los platanitos. Les tomo algunos cuadros con la derecha y al final, luego de terminar de comérmelos,  pongo de evidencia mi mano izquierda junto al reloj que humildemente llevo como acto final. 

Cristina ahora toma no solamente a Yuli sino también a la madre. Aprovecho otra vez para hacerles más fotos entre las que elijo estas para quedármelas y con las termino este relato, en el que por primera vez en mi vida probé chicharrones con café y platanitos fritos.
      
    

    

1 comentario:

ARNOLDO FERNANDEZ VERDECIA dijo...

Excelente crónica hermano,ese es el narrador que debes buscar en ti, el que encuentre el lado humano de las historias. Abrazos. Por ahí el camino......Saludos enormes a esa noble mujer....

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