lunes, 27 de noviembre de 2017

Fidel Castro, hombre que puso parte de su enorme fe en la Cultura


Fidel junto a Hemingway, otro de los grandes escritores del mundo


Por cuestiones ajenas a mi voluntad no pude colgar este texto el día que debía. Hoy, dos días después lo hago. Ojalá sirva de referencia para quien acceda a él y sea parte de mi personal homenaje a Fidel en estos días finales de noviembre.

Deambulaba por la escuela sin hacer nada en la hora de descanso y decido entonces entrar a la biblioteca. Sobre una de las mesas hay textos sobre él. Recuerdo de súbito que se acerca el primer aniversario de su muerte y lo que el tiempo tan rápido pasa. Desde niño me imaginaba el momento y creía que cuando sucediese estaría preparado. Años más tarde descubrí que no fue así. ´´Su legado fue los que nos dejó´´, pensé un poco desorientado al escuchar aquella noticia en la madrugada que recién nacía. Con tales pensamientos tomo uno de los libros. En una de sus páginas encuentro  algo subrayado y cito: ´´una revolución solo puede ser hija de la cultura y de las ideas´´ (1). Quedo después de la lectura más pensativo. Hace algunas semanas atrás escuché algo parecido en la voz de un viejo profesor. Sin meditarlo mucho escribo en la cartulina de mi plan de clases de Historia el nuevo hallazgo. Empiezo a leerlo y a releerlo. Voy entendiendo cosas. El mensaje va formándose en mi mente. La cultura es la madre de las revoluciones. Sin ella no sería entonces revolución verdadera. Aún sentado con libro en mano recuerdo aquellas palabras a los intelectuales, de la amistad profunda y sincera que profesara a Guillén o al Gabo y a otros tantos de Latinoamérica y del mundo, de su amplia visión al entender que el pueblo de la Cuba antes del 59 necesitaba primero ser libre en su pensamiento para poder abrirse paso al futuro. Fidel vio una poderosa arma en la Cultura porque entendió que el hombre necesitaba y necesita edificarse para poder alzar el vuelo hacia nuevos rumbos. Estudioso desde pequeño siempre tuvo presente el ejemplo de los intelectuales de la década del treinta y supo entenderse a la perfección con los veteranos que conoció de aquellos tiempos. La figura de Martí, o aquel espíritu cincelado en las obras del apóstol dejaron sus huellas en Castro toda su fecunda existencia. Más que las de un incansable luchador de la guerra de 1895, el futuro líder de la verdadera independencia de Cuba, comprendió que las ideas martianas eran claves para el despertar de la conciencia humanista donde el hombre primara como el elemento esencial, no los intereses de algunos sedientos de poder e injusticia. Cultura para Fidel era (o es, creo conveniente llamarlo así) una forma benigna de encontrar sabiduría y no ser esclavo de nadie sino ser los amos y dueños de nuestros propios destinos. Hoy (25 de noviembre) se cumple el primer año de su ascenso a la inmortalidad. Nunca me he preguntado, ni lo he leído en ninguna parte si además de nuestro Héroe Nacional, reconocido como el más universal de los cubanos, hay otro. El Hombre de la Sierra tiene para mis modestos conocimientos ese lugar indisputable. Si alguien osara a decir lo contrario o yo en mi escrito estoy haciendo uso de la mediocridad en afirmar tal cosa, por favor, no quede en su mente una respuesta y me lo haga saber. La fe es una condición implantada en cada habitante de este planeta. No importa los credos, ni las lenguas, ni las diversas etapas atravesadas por el hombre desde los primeros que caminaron la Tierra.  La fe de Fidel Castro repartida estuvo durante los insuficientes noventa años que caminó entre nosotros. Entre esos pedazos inmensos, no fue pequeño el que ciegamente puso en la Cultura. Ahora nos toca a los que indudablemente les seguiremos después preservar esa fe, ese legado humano que nos fue su ejemplo digno y acertado.
Noviembre 25, 2017. 8:22 AM
(1)    Idea pronunciada en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela el 3 de febrero de 1999. Diecisiete años, nueve meses y veintidós días antes de su muerte.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Breve crónica en noviembre



Vista frontal del nicho que guardó los restos de Pedro Ortiz Cabrera
11 de noviembre de 2017

5:51 AM
El campamento Pedro Ortiz Cabrera empieza a despertar. Todavía podemos observar la mezcla de la noche que termina con el día que comienza. El mar Caribe está inquieto y brama estrellando la sal contra la costa. Comenzamos a sentir los cubanos el efecto inicial del invierno pero también sentimos mitad y mitad de frio y calor. Desde donde escribo podría verse la magnífica salida del sol pero no es posible. Nubes grises retienen los rayos y se los dejan para sí. Nosotros somos un grupo de profesores con un destacamento de Secundaria Básica de la región y llegamos en la jornada de ayer. Salimos debajo de una fina llovizna de la Israel Pardo Guerra y en cuanto llegamos visitamos el cementerio local que está a un costado del campamento y que todavía guarda la tumba del mártir que muriera en los sucesos en la embajada de Perú el primero de abril de 1980. Luego cruzamos una alambrada y a través de la manigua nos abrimos paso hasta la playa. Vistamos la gruta y todo el grupo subió por ella hacia el campamento. Yo regresé por donde me vine llegando primero que ellos. El campamento se sitúa a unos escasos tres kilómetros de Uvero, lugar insigne de nuestra historia. Aquí rotan las diferentes y diversas escuelas del territorio. El plato fuerte, además de peregrinar a la tumba de Pedro, visitar el pequeño Bosque Martiano que existe en la región. Los adolescentes a nuestro cuidado se han tirado de sus literas cuando aún brillaban las estrellas. El rebullicio me ha sacado de los brazos de Morfeo. Voy hasta una de las mesas del comedor y me siento en una de ellas. En la soledad de la mañana escribo estas primeras notas. Desde aquí escucho los caos del cementerio. ¿Qué tendrán que ver estas negras aves bullangueras con el destino del Camposanto? Buena pregunta para una respuesta que no sé. Aquí han estado siempre. Cosa que me despierta la imaginación. ¿Habrá algún pacto entre ellas y la muerte o simplemente es mera coincidencia? Otra respuesta que desconozco y de la que no quisiera saber. Anoche tuvimos una pequeña velada hasta cerca de las diez y media. Después, antes de dormir, a hacer que los alumnos se durmieran primero. No es fácil ser docente en estos tiempos que corren. Hay que tener coraje para esta tarea. La Cuba de hoy necesita un fuerte renacer en los valores. Creo a mi juicio, parte clave por lo cual luchar y una importante medicina que nos ayudará a salvar nuestra revolución.
8: 36PM
El resto del día se ha ido en actividades de recreación. Bajamos nuevamente al cementerio y nos perdimos entre las tumbas leyendo los nombres. Cada vez que hago tal cosa pienso en lo corta que es la vida, lo eterno que es nuestro retorno a los huesos y al polvo. Los restos de Ortiz Cabrera ya no descansan aquí pero ha quedado intacto el nicho donde descansó muchos años. La naturaleza del lugar parece detenerse ante los muertos. Solo el conversar de los dos trabajadores abriendo en tierra un nuevo hoyo, los caos y el furor del mar contra las piedras de la orilla o el transitar de los pioneros por todo el cementerio no parecen respetar el sueño de los que ya descansan. He estado en este campamento en noches de luna llena y desde las ventanas abiertas del comedor los sepulcros brillan. Rompe entonces a funcionar la fantasía y muchos hablan de fantasmas y aparecidos. Disfrutar de estos momentos es grato. Los que nos atienden se esmeran. Por estar en un lugar alto la vista hacia la playa es increíble. Ya el paisaje no es el mismo que hace unos meses atrás cuando la sequía era intensa. Todo es verde. ¡Que linda se ve Guamá cuando esto sucede! Más tarde un grupo visitó el bosque martiano y un poco más allá mientras que la otra cansada decidió quedarse a descansar. El contacto con la madre natura es bueno para el hombre aunque a veces este no tenga la noción de que el aire que respira le fortalece los pulmones. Este es uno de los majares que nos ofrecen esta rotaciones. Hay que destacar que esta vuelta ha sido libre de la manada de jejenes que caracterizan al campamente salvo dos o tres que nos rondan como diciendo que no nos olvidemos que estamos en su territorio. Mañana volveremos a nuestro sitio. No sabremos a qué hora vendrán las guaguas. Por el momento el mar sigue rugiendo y junto al sonar de los grillos arman una perfecta orquesta sinfónica que al menos me regala paz y tranquilidad. Detengo el lápiz y los escucho recostado. El sueño nos llama. Con estos chamacos que tenemos el cansancio se nos duplica. Hoy no nos sale toda. Cuando retornemos a casa sentiremos sus huellas.
12 de noviembre de 2017 (domingo)

7:34 AM
Aprendí en uno de los libros más importantes del mundo que el día de mañana no nos pertenece. Por eso lo primero que hice hoy al despertar fue darle las gracias al Omnipotente. Le pedí luego a mi socio de aventuras Joel que me prestara su celular y bajé al cementerio. Allí tomé algunas instantáneas de la tumba citada en el párrafo anterior. Los caos desde las ramas aledañas me vigilan. A esta hora todo el lugar parece salido de una película de terror. Siento que en cualquier momento se me va a aparecer algún espectro con el pelo regado, los vestidos negros rasgados y sucios, cara desagarrada. Idea sacada de mi imaginación claro está. Decido volver al campamento. Ahora esperamos. Las guaguas vendrán en cualquier momento. Algunos hacen chistes. Unos ríen, otros no. La mañana es algo fría  y a la vez con algo de calor. Es mejor este clima mixto que los tormentosos calores de julio y agosto. De eso podemos estar seguros con los ojos cerrados.
3:32 PM
Tirados en una de las esquinas de la subida del campamento esperamos la segunda guagua. La primera ha partido algunos minutos antes con el primer grupo. Tuve suerte  y mientras estuve esperando antes de bajar, el administrador del lugar amablemente me ha prestado la PC y he tecleado gran parte de esta crónica. Cuando lleguemos nos espera diferentes cosas. Entre ellas,  además de organizar para mañana lunes volver a clases, echarnos una buena siestecita o un buen baño con agua caliente para tratar  de relajarnos el cuerpo. Los chicos seguro que les hablarán a sus padres desde su punto de vista, las travesuras cometidas. Yo aquí termino mi relato, crónica o reseña. Ustedes como lectores deciden qué es. Me limitaré no más después de esta oración a guardad mi libreta de apuntes en el maletín.

martes, 7 de noviembre de 2017

Jorge L. Legrá: La literatura es también una práctica espiritual.

Fue una tarde calurosa de julio cuando me cedió la entrevista. Por la carretera central, en el tramo que pasa frente a la librería de Contramaestre, la gente iba y venía. Yo las observaba mientras le hacía estas preguntas. Quizás tuvo razón en una vez terminada la invasión, de decir que estas no eran las de un profesional, que me faltaba mucho o todavía me falta. Al otro día fui a ver a Eduard, empezaba a sentir los efectos de su última enfermedad. Le comenté de aquel material que tenía en la micro de mi grabadora Alcatel. Me dijo que no confiara en lo digital, que empleara algún momento y que escribiera a lápiz lo que tuviera. Efectivamente la razón no le faltaba. Después de hacerle caso a la micro le dio un corto y se me fundió. A su memoria dedico este material pues:



A Eduard Encina donde quiera que esté,

que sin su consejo  esta entrevista no existiría.



1 ¿Puede considerarse la literatura como un reto eterno para el escritor?



El editor de este blog junto a Jorge L. Legrá
Escribir siempre es un reto. El primer reto es estar frente a la página en blanco. Ese es el viejo trauma de todo escritor. Siempre se ha manifestado que hay que adaptarse frente al papel, entre esa superficie limpia y plana. Tratar de escribir y expresar algo. El mayor peligro está en expresarse porque uno tiene muchas expresiones, variadas experiencias, cosas que suceden en tu vida que quieres contar, que quieres expresar como una revelación. Pero a veces existen conflictos en la forma que vas a expresarte porque la escritura en sí se trata de eso, de buscar una forma de expresión de forma efectiva que sea capaz de seducir al lector, hacia dónde el escritor quiere que vaya. En ese sentido el resto de la literatura para con el escritor es un reto. Primero porque no se hace literatura para entrar en un circulo de elegidos, de posicionados en el marco cultural, para vivir de poses en que se es escritor, de que se pertenece a determinada cultura, sino que se escribe como un ejercicio de sacerdocio, un ejercicio de responsabilidad en el que se debe iluminar al lector, que se acerquen a tu texto. Se escribe porque se tiene algo que decir. Es un reto porque como dijo Martí: un grano de poesía puede sazonar al mundo, es decir, yo confío en la capacidad de impacto de transformación de la relación del lector con el texto que uno escribe puede ejercer. Siempre la literatura va a ser un reto eterno.



2 Hay quienes consideran al arte de escribir como una pérdida de tiempo, ¿Cuánto de verdad puede tener esta afirmación?



En planos económicos, que es por donde supongo que aquellos que acusan a la literatura como un pérdida de tiempo y que es quizás por donde lo perciban, sea un tanto cierto porque los que escriben, el que se dedica como obsesión a la literatura no percibe que las entradas económicas es prácticamente ninguna. Los escritores, tú lo puedes ver, son gentes que deben trabajar en otros oficios. Algunos venden frituras, otros se dedican a la artesanía, otros en la universidad, en el magisterio. Viven de diferentes labores para poder mantenerse y esto sabemos, para nada satisface las necesidades, solo suplen las más urgentes. Sin embargo en la literatura encontramos desahogo espiritual pero no en el desahogo espiritual que realizamos está nuestro oficio por llamarle así, oficio, sino por el acto de responsabilidad, la exigencia y necesidad de expresar algo que se le está revelando y que tiene que poner ante los ojos de todos, para que todos sepan, por eso llevar esta revelación, este descubrimiento. Ellos no perciben nada, ni quizás el reconocimiento de los lectores actuales, quizás estamos escribiendo para una generación que no existe ahora mismo, quizás en el momento no seamos comprendidos y nuestros textos sean rechazados por las normas literarias de la época como le ha sucedido a otros escritores, pero si trabajo en serio, responsable y me desprendo de toda ambición económica entonces el trabajo va a proyectar cimiento para la historia. O quizás se trate de un escritor que está destinado a poner una piedrecita dentro del marco de los acontecimientos que deben sucederse y que van a armar algo grande. En este sentido no es una pérdida de tiempo el escritor que está participando en la construcción de un gran edificio que echa a andar por sí misma la humanidad completa.



3 ¿Consideras que tu literatura ha madurado con el paso de los años?



Como escritor recuerdo cuando escribí mis primeras cosas. Estaba en el segundo o en el tercer grado. Se convocaba un concurso sobre Martí y era la primera vez que me atrevía. Redacté un poema pero ni siquiera sabía si era un poema o una prosa. El papel lo eché en el buzón. Todos los concursantes debíamos echarlo allí. Por supuesto no recibí nada. Estaba trabajando totalmente solo. De aquellos escritos, que debieron ser en el setenta y nueve o en el ochenta, a un poco más acá, en los años noventa, cuando entre a estudiar en la universidad y comencé a escribir algunas cosas, cuando me reuní con un grupo de escritores sobresalientes del pedagógico e hicimos un boletín con mis primeros poemas a acá en el Contramaestre donde llegué a consolidarme y a tomarme en serio el oficio de escribir, donde escribí ORACIÓN DEL QUE TRAICIONA, donde posteriormente salieron mis otros libros en los que se percibe una diferencia de poética total, a este último que va a salir ahora que se titula UN CADAVER IDEAL, se puede ver claramente una evolución. Ha cambiado mi escritura porque ha cambiado mi forma de pensar, mi forma de problematizar la poesía. En estos tiempos he tratado incluso de darle una finalidad, un sentido dentro de, y lo vuelvo a repetir, de trabajar dentro de la responsabilidad, dentro de los marcos históricos, dentro de los procederes sociales porque creo que la poesía se ha centrado tanto como en el lenguaje, en el artificio de la belleza, que ha olvidado que la belleza debe impactar, debe participar en el proceder de la historia. Como mismo va cambiando mi forma de pensar, la poética va cambiando. 



Jorge L. Legrá en el patio de la vivienda donde habita
4 Ayudas con tu experiencia a los más jóvenes, aquellos que han elegido este sendero que es la palabra escrita, ¿Cuál es la razón por la que has elegido tú hacerles de guía?



Una de las cosas que tiene el escritor ya consolidado dentro de su posición es la obligación de dejar discípulos de algún modo. Allá en la antigua Grecia siempre los sabios tenían una camada que iban detrás recogiendo el secreto de la sabiduría. Pero eso no solo pertenece a los filósofos, a los grandes de la filosofía antigua. Ni a las docencias que se ponen en práctica actualmente. También los escritores, los practicantes de religión, en todos los movimientos hay personalidades descoyuntes que tratan de formar a los que vienen detrás. Y esa tarea viene congénita casi innata dentro de los que practican la poesía, la literatura. La literatura es también una práctica espiritual. La poesía, una forma de expresión de la espiritualidad que quien entra dentro una de las cosas que comienza a sentir es la necesidad de sentirse capacitado para dejar huellas y la forma de depositar ese conocimiento, esa experiencia que vas dejando dentro del oficio de escribir es preparar bien a los discípulos. A medida que vas creciendo vas sintiendo esa necesidad de sembrar en los jóvenes que vienen detrás. Ahora mismo estamos pensando en armar un taller que se llamaría EL TABERNÁCULO. Un encuentro de escritores jóvenes donde vamos a exponerles los escritores de más experiencias nuestra perspectivas de lo que debe ser el acto de escritura, de lo que debe ser el acto de lectura porque muchas veces los primeros entran a esta arena con muchas lagunas sin ninguna orientación y nosotros los que nos la tuvimos quisiéramos que ellos ganen tiempo. Y para ello nosotros sentimos entonces la exigencia social de entregarles esta especie de tesoro acumulado.



5 ¿Cómo ves la literatura en la isla desde el punto de vista de aquellos que hacemos nuestro aporte desde el interior del país? ¿Esta en buenos tiempos la literatura cubana?



La literatura no existe o no tiene ganancias en regiones específicas. Eso de hacerle un límite territorial para poder hacer buena literatura es una frontera que muchos han alimentado. No hay que vivir en La Habana para hacerla buena como tampoco hay que vivir en provincia o en un pueblo desconocido para el mismo fin. La historia universal ha demostrado que muchos de los grandes transformadores de los movimientos literarios han nacido en lugares que subsisten  las márgenes de los circuitos o capitales. La literatura en la isla tiene sus puntos firmes si tú la comparas con la que se hace en Latinoamérica ahora y en la que se está haciendo en Cuba uno percibe que no es vanidad decir que estamos asentados en una mina de oro donde se logran fuerzas extremas a las que América Latina ha cosechado. Aún en Colombia, un país que está en guerra, de donde debería nacer la mejor poética (porque se dice que en lugares de crisis es en donde mejores expresiones artísticas nacen), de esa nación me he leído algunos textos y he llegado a la conclusión de que a aquella poesía le falta mucha ganancia. Yo creo que esto se debe a que hay muy poca reflexión, muy poco estudio del pasado, de la tradición o si se estudia se hace para repetir lo que en el pasado se ha logrado. En Cuba tenemos como un desprendimiento de poética que en algunas ocasiones sin repeticiones de formulas tiene todavía el matiz criollo, el matiz insular, esa ganancia que ha colocado a nuestros poetas en buenos lugares. El hecho de vivir en el interior siempre he manifestado que da ventajas, la ventaja de no participar en aquellos circuitos culturales que logra arrebatar la mentalidad, la creatividad de los jóvenes creadores de provincia. Los movimientos culturales que habitan en provincias son tan seductores y los jóvenes del interior al no participar en estos tienen que adaptarse a los márgenes de sus municipios en donde tienen ideas muy originales, en donde estudian los movimientos de provincia desde una postura muy alejada que los hace adoptar conceptos bastante críticos y eso los revoluciona y hace que su poética sea diferente. La poética que se pone de práctica en provincia y en las márgenes municipales te prueban que hay disponibilidad de estética, perspectivas. Por lo tanto, no estoy haciendo ventajoso de que vivir en los municipios, ni la calidad de los texto. Estoy diciendo que nos pone en ventaja la distancia que al mismo tiempo nos permite más a ser insurgentes, ser críticos desde la diversidad. La literatura cubana está en un impulso inmemorable pero todavía no está en sus mejores tiempos. Se está abriendo camino hacia algo que nadie sabe lo que es pero va a ser algo grande, algo de la expresión de la literatura de América Latina. Cuando un escritor cubano sale, por ejemplo, ahora mismo Eduard salió a Colombia. Él mismo decía que la marca de ser cubano, ya daba confianza. Todo el público que participaba en el Festival de Poesía ya veía en eso la marca de calidad, de la expresión poética del escritor cubano. Estamos en un buen momento pero no creo que sea en el maduro. Estamos en el momento mixto en el acontecer literario en Cuba.  



6 Volviendo a tu obra: La poesía que haces, ¿Cuánto crees haber moldado en ti con ella?



Voy a responderte comenzando otra vez con algunos pormenores de mi infancia. Yo era un adolescente, muy silencioso –todavía lo soy- pero ya muy lector, era muy retraído, tímido. Mis amigos, la mayoría, eran libros y revistas. Cuando entro al mundo universitario continué con esta personalidad, esta caracterización que fue automatizándose en mí, es decir, seguí siendo tímido, retraído, poco locuaz  y muy enmarcado en mis libros. En la universidad lo que se añadió fue el alcohol. Tomaba mucho. Ya tenía un amigo más. La literatura, ¿en qué me hizo cambiar? Al encontrar gente que leía libros y que gustaban de la poesía tuve la oportunidad de salir de mi encierro verbal, de comenzar a compartir ideas, ver que el mundo existía afuera y de que había gente. La literatura me hizo más humano, me hizo mejor padre, mejor hijo, me hizo de amigos, de entender la realidad de una perspectiva que no la da la ciencia. Me hizo encontrar a Dios. Me ha dado todas las ganancias posibles aunque no me haya dado dinero. Aunque cada día pienso en que llevar a la mesa, entro a mi casa y entro con la poesía. Eso me da la ventaja de percibir las desgracias, las dolencias, los escollos. Por eso, si tuviera que renacer de nuevo trataría de volverme poeta más temprano, de consolidarme con aquel poema que escribió aquel niño y trataría de buscar quien me apoyase para descubrir esos secretos que me han construido, que me han hecho mejor persona.  



 A modo de conclusiones, Escribir: ¿Enfermedad sin cura o algo que podemos llamarle don?



Existe en el asunto de los dones, y se percibe desde el punto bíblico, una doble marca. El don tiene también una carga de enfermedad. ¿Por qué? Porque es un comportamiento no natural que se sale del marco. Cuando uno está poseído por un don es percibido como un ser extraño, terco arraigado, alguien a quien no se le hace caso en ocasiones. La literatura es enfermedad y es don. Enfermedad porque uno la carga como una maldición, porque nos da el placer y la vez dolor, desgaste. En cuanto a don porque es una finalidad con la sociedad, una finalidad con la edificación de las personas, de mejoramiento humano. Entonces esa dualidad que comparte y otro lo que más valor le da en cuanto fenómeno espiritual. Nada grande espiritual es solamente don, tiene que ser necesariamente una carga que podamos definir como enfermedad.

Contramaestre, 26 de julio de 2017.

Personajes Guamenses: Reseña sobre un hombre de Cien años

Idilio Ortega Rivaflecha tomando café el día que cumplió sus cien años
    En la vida hay oportunidades que se dan sólo una vez. Si no llegas a tocarlas desaparecen, no vuelven perfectas ni aunque las imagine el más brillante escritor. Uno tiene el derecho de ignorarlas y seguir el camino o detenerse a descubrir lo interesante en ellas. No todo los días puedes sentarte con alguien que tenga un siglo sobre sus espaldas, que, mirándote sin moverse a izquierda o a derecha, te haga entrever todavía que tiene fuerzas para arrebatarte y llevarte a través del tiempo. Uno calla cuando algo así sucede y aprende a escuchar más. Entonces es el momento en que te das cuenta que la historia tiene tesoros que van a la muerte y ya, al ser propiedad de esta, jamás podrán ser rescatados. Idilio Ortega Rivaflecha era el hombre más viejo de Cañizo, lugar enclavado frente al mar Caribe en la Sierra Maestra, veintinueve kilómetros al este de la cuidad de Santiago de Cuba. Muchos lo conocían simplemente por Yiyo. De él es que quiero hablarles y que él mismo también mismo hable a través de la breve entrevista que le hiciera en vísperas de navidad del dos mil catorce:
 
   –Nací y he vivido siempre en este pueblo –empezó  a decirme–. Vivieron aquí mis abuelos e incontables vecinos que todavía recuerdo. Mi niñez transcurrió en estos montes al cuidado de mis padres y rodeado de mis hermanos que empezamos crecer hasta alcanzar la cifra de  catorce muchachos. Fuimos ocho varones y seis hembras. Las cosas no eran fáciles porque para criarnos los viejos tuvieron que jugársela y apenas alcanzábamos los diez años teníamos que trabajar e irnos desenvolviéndonos. Así nos fuimos criando hasta que nos volvimos hombres y mujeres. Luego cada cual cogió su rumbo pero yo nunca me fui de Cañizo y ya ve: hoy tengo sobre mi cabeza cien años. Te puedo decir con los ojos cerrados de toda la gente que aquí ha venido a vivir.
   Hacíamos carbón para sobrevivir que en aquellos tiempos no era cosa fácil. Ayudábamos a los viejos en esta tarea y prácticamente era lo que más se hacia. Después progresamos construyendo una lechería. Sembramos café en las cercanías del Pinar. Cultivábamos caimito, mango y otras cosas.
    Cuando me independice hice familia. Te voy a contar cómo sucedió porque si fuera por mí nunca hubiese sucedido. No pensaba hacerlo tan rápidamente. Fue hace tanto pero lo recuerdo como si fuera ayer. Yo tenía una novia en Santiago y por aquellos días manejaba un arria. Un sábado, bien temprano, le pregunto a un cuñado mío que si quería trabajarme ese día, que yo iría a una pelea de gallos a Mazamorra y de Mazamorra me iba a ver la gallina. Él me dijo que sí y entonces me fui. Estuve buen rato en la pelea. Luego me encaminé a Santiago en caballo, llegando casi de noche. Estuve allá como hasta las tres o cuatro de la tarde del día siguiente.´´ Idilio se detiene, como buscándose los recuerdos que quieren jugarle una mala pasada. Yo pienso de momento que quedaré sin saber lo que pasó. De pronto, mágicamente, vuelve a arrancar. ´´ Cuando llegué a casa era muy tarde, ya los viejos dormían. Por la madrugada se levanta mi padre, que acostumbraba hacerlo para repartir a los muchachos entre el campo, el ordeño y esas cosas, molesto porque según él me había ido dejando las mulas al cuñado cuando este en realidad no sabía trabajarlas.  Yo le dije:
      -Óigame viejo, fíjese que yo le pregunté a Gustavo y él me dijo sí sabía.
   El viejo no me entendió y a mí me molestó tanto aquello que aunque no se lo había dicho con idea de irme de la casa salí hecho un lío, recogí mis cosas y me largué. Viví los primeros días con un guajiro que cuidaba una casucha perteneciente a nuestra propia finca. Fue una etapa de intensa soledad. A pesar del disgusto entre los dos mi padre me regaló una novilla. La vendí y me fui a la ciudad. Allá compré una cama y con los seis pesos que me quedaban jarros y muebles. Regresé con uno de mis hermanos que me ayudó a traerlo todo. Construí una casa en el medio del monte. Mientras la hacía me quedé en casa de Enrique, un amigo. Así no volví con mis padres. En esa casa que levanté fue donde me casé y tuve a mis dos hijos. Mi mujer tenía diecinueve; yo veintidós. Después me hice de un terreno y empecé a criar vacas. Fue un tiempo difícil para mí, ´´  Mira a la nieta que asiente con la cabeza ´´… pero a la vez muy hermoso. Planté también una tienda. Eso fue coincidentemente en el año mil novecientos cincuenta y tres. Al estallar la guerra hice colaboraciones con el Ejército Rebelde. Les daba mercancías y todo lo que tuviese a mi alcance para ayudar la causa. Conocí al comandante Juan Almeida Bosque. Vino hasta mi casa en dos ocasiones guiado por uno de mis cuñados. En aquellos años por todo el territorio estaba regada la guardia rural. Con esa gente había que tener cuidado. Que yo rcuerde nunca tuve ningún encontronazo con ellos. Se fueron retirando con el arrecio de la contienda.
   En aquella época Guamá no existía como municipio. Pertenecía al término municipal de El Cobre. Era muy difícil el desarrollo (como él mismo cuenta):


***

´´ No había carretera. El transporte más rápido y más seguro era por mar. Un barquito conocido como Fragata recorría la costa. En él transportábamos el carbón que producíamos y lo vendíamos en la ciudad a sesenta y cinco centavos el saco. En la zona de Aserradero se producía madera, eso no lo podemos de dejar de mencionar. Al año y pico después del cincuenta y nueve vinieron y me preguntaron que cómo se había comportado la guerra conmigo. Yo les dije que en las luchas que se echan si no tiene cooperación no se ganan. Considero que mi aporte fue tan importante como el de muchos otros. No hago caso si hay demasiada gente que lo recuerde o no. Me satisface haber ayudado y sentir orgullo por eso. Volviendo a la guardia rural. Pasaban por aquí y llegaban a las tiendas sintiéndose dueños de todo. No pagaban los tragos, sospechaban de todo el mundo y no lo pensaban dos veces para meterle un tiro a cualquiera. Si les reclamabas eras caballo muerto en la carretera. Una vez detuvieron a un hermano junto a un amigo. Estos traían herraduras e instrumentos para trabajar. Cosas pasadas en la alforja.
   -¿Son para los alza´os? –les preguntaron.
   -No sargento, son pa´ trabajar –respondieron ellos.
Los guardias le dijeron que si esto se volvía comunista nos iban a quitar todo. Aprovechaban la ignorancia que teníamos para ponernos en contra. Esa gente registraba a todos los que se topaba. Después del triunfo las cosas han sido diferentes...
  
***

   Siempre supe o tuve la noción de que estaba allí (recuerdo haberlo visto algunas veces cuando niño), pero jamás había tenido la curiosidad de escuchar sus palabras. Muchos de los vecinos lo querían y visitaban; otros ignoran ocupados en sus quehaceres que he escrito sobre él. Una buena historia no solo está en los libros. También la historia camina, respira. ¿Sería lícito dejar descansar a sus portadores no sin antes sacarla de ese nido que es la memoria y llevarla segura a la inmortalidad? Cada pueblo por pequeño que sea tiene su valor. Esto lo podemos justificar por la gente que lo habita. Yiyo perfecto ejemplo es de que vale la pena detenerse para visitar el pasado una y otra vez, regresar y contar lo que pudimos ver.

   
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...