lunes, 30 de marzo de 2020

Los muertos vivos (Cuento)



Basado ¿en la realidad de mis sueños?
      Nota del autor
1
   Entre mis ilusiones (o pensamientos nocturnos más frecuentes), aquellas que se me aparecen mientras duermo y descanso, de toda una jornada llena de actividades y aconteceres, hay una que llama poderosamente mi atención cuando sucede y al despertar me acuerdo de ello. Antes era habitual en éste la aparición de una sola persona, pero en esta noche tan extraña que he tenido, se han sumado a la lista de personajes mi difunta abuela y otros tantos integrantes de la familia que todavía viven. Esa primera persona con la que siempre soñaba hasta ahora era el abuelo, fallecido unos años antes que ella de buenas a primeras dejándonos un profundo vacío.
   
   Cada cierto tiempo en este sueño tan particular, y en el cuál se repetía la misma escena (y no sé en qué momento es que llegaba a donde se encontraba la casa de mi niñez, destruida por el paso implacable de los años), me encontraba todavía siendo un adolescente y mi abuelo muerto estaba junto a nosotros. Lo curioso es que sé que está muerto: estoy consciente de ello, y veo al viejo en frente de mí sin decir palabra alguna, con sus ojos abiertos e inmóviles. Su carne sigue intacta, no se ha corrompido en lo absoluto ni se siente mal olor alguno, y lo más asombroso aún: no siento miedo alguno por su presencia.
  
   ¿Cómo vuelve de su tumba?: es un punto que jamás se me revela; sólo que se encuentra allí sentado en su sillón, mientras se mece tranquilamente, como en aquellos mediodías en los que paciente esperaba el almuerzo que la abuela preparaba para todo el batallón, en medio de la algarabía que se formaba cotidianamente entre los nietos hermanos y primos y los gritos de mi madre y mis tías para que se hiciera un poco de silencio en los alrededores de la amplia sala. Yo entonces (en mi sueño) me le acerco y lo miro como ya dije, sabiéndolo cadáver andante, queriendo con extrema curiosidad investigar por qué sus ojos siguen enteros o llevarme alguna desagradable sorpresa de encontrarme otra cosa, pero no: están claros y brillantes, sin fijarse en nadie en especial, como mirando a un punto fijo en la pared de madera pintada de verde que había aunque yo estuviese delante de él.

2
   Hace ya una década exacta que tengo en mis horas de descanso dicha historia merodeando mi mente, y las pocas personas que conocen de esto se maravillan extrañados y me instan a que pruebe suerte con el número que corresponde al muerto vivo, que mis abuelos me lo están dando. Entre este original suceso y otros más, no conozco a nadie que tenga tan singular situación. A la progenitora de mi madre la recuerdo de miles de maneras, pero lo último que recordaba de ella era, el mal momento en que la bajaban al nicho y unas de las cuerdas partiéndose hicieron virar el ataúd. Cosa que provocó que éste tuviera que abrirse para volver a enderezar su delgado cuerpo. Esa fue hasta esta madrugada, la última vez que había visto a la abuela.  
   
   Como les relataba al principio, en este sueño de anoche estábamos celebrando una especie de reunión o algo por el estilo y de repente, como cuando estuvo en vida, allí estaba la abuela en absoluto silencio, mirándome, muerta pero viva como en aquellos sueños con el abuelo. Tenía el mismo aspecto que cuando se produjo se deceso: casi vencida por las tantas décadas anidadas en su pecho en la que fumó y trabajó duramente para mantener a sus once muchachos.
   
   Ahora que escribo estas líneas me pregunto, mientras que a la vez me tomo un cafecito en esta  mañana fría antes de irme a trabajar: ¿por qué los abuelos, muertos vivos en mi sueño, no pueden hablar? y lo más impactante aún: ¿qué querrán decirme realmente con su presencia en esas noches en que se me aparecen con sus ojos todavía enteros, a pesar de que yo sé de que han pasado a ser cadáveres y huesos hace tiempo?, y lo que más me asusta, ¿por qué si los muertos asustan por naturaleza a lo vivos, a ellos dos nos le tengo miedo?
Olber Gutiérrez Fernández
20 de noviembre de 2019

martes, 24 de marzo de 2020

Apuntes sobre José Soler Puig


José Soler Puig 1916-1996 (Tomada de Internet)
Si mis memorias no me traicionan, el primer encuentro que tuve con la obra de José Soler Puig fue en aquellos tiempos en que cursaba mis estudios secundarios a inicios de los años 2000. Específicamente en los turnos de Español Literatura e Historia en el que me hablaron también en algún momento del premio Casa de las Américas 1960, otorgado a esa obra cumbre de las letras cubanas (pero primeramente santiagueras) que es “Bertillón 166”, una novela exquisita que tiene el mérito de narrar su trama haciéndote un personaje más entre aquellos héroes, conocidos o anónimos, que luchaban en la Santiago de Cuba de finales de la década de los cincuenta del siglo XX contra el régimen del Guajirito de Banes. Después, haciendo como única referencia haber visto en 2008 la película de Rebeca Chávez “Cuidad en Rojo”, basada la misma en la obra de Soler Puig, oí hablar poco de este escritor hasta mayo de 2014, en el que haciendo mis prácticas docentes en el cuarto curso de mi carrera como futuro profesor de Historia, la todavía activa profesora que antaño me hiciera saber de la existencia del insigne santiaguero, una tarde de viernes me prestó un ejemplar con fines educativos de “Bertillón…”.

Recuerdo que ese fin de semana no hice más nada que leerme la obra sentado en soledad a la orilla del mar, y atrapado bajo los efectos de la buena literatura que es esta joya, pude ver con mis propios ojos los cadáveres comidos por las auras… a los esbirros asesinos escupiendo calamidades y fuego delante de mí con sus rifles por todo lo alto… las torturas en el Cuartel Moncada… la sangre en las calles pidiendo justicia... en fin: fue tanta la admiración que sentí en mi espíritu que no pude evitar escribir un cuento llamado “Ricardo” aquella semana entrante.

Haría el presente texto demasiado largo si me pusiera a explicar cuándo y dónde conseguí un importante material publicado en la Editorial Oriente sobre la vida y obra de este hijo legítimo de Santiago. Sólo me limitaré en decir que aún no lo devuelvo y creo que lo conservaré para siempre conmigo. En el mismo me puse al tanto de otros títulos salidos de su ingenio, como el ejemplar de “Un Mundo De Cosas” que aún está en cola para su debida y oportuna lectura por parte mía. También tengo junto a éste uno de Bertillón 166 del que he vuelto a revisar algunas líneas y en el que me he dado cuenta que puedo volver a los cuarenta o sesenta u ochenta a leerlo nuevamente, pues es un volumen que nunca perderá la frescura en cada ocasión y la maestría con la que fuera escrito persistentemente estará viva.

José soler Puig es un ejemplo resistente de lo que significa ser escritor desde tierra adentro, alejados de importantes arterias citadinas como lo es la capital de la isla, dejándonos como legado fuerte y claro, que vivir en lugares tocados por el llamado fatalismo geográfico no te hacen ser notable dentro de algún aspecto cualquiera que sea este. El que trasciendas o no depende en gran medida de lo que seas capaz de hacer por tus propios esfuerzos y sin dudas, es ello lo que te hace visible ante el paso agigantado del tiempo. 

jueves, 19 de marzo de 2020

Leo a Martí en tiempos del COVID-19



Obra referente a Martí tomada de Internet
No me hace falta que sea 28 de enero ni 19  de mayo para escribir sobre Martí; sólo que sea una tarde noche en la que después de un día completo de agotador ajetreo y mientras mi mujer se entretiene observando en un tablet sus novelitas de amor, me tome un respiro acurrucándome en un cómodo balance con un ejemplar de La Edad de Oro a la mano, y redescubra lecturas que repasé cientos de veces cuando niño pero que toman otra dimensión al consumirlas ahora de adulto.

Por el mundo anda un nuevo enemigo biológico que se agiganta en cada momento: lo dicen las noticias en la tele y por doquier. Yo me voy en la invaluable escritura del Maestro a los tiempos del “El padre Las Casas”, aquel genio indignado contra los maltratos a que eran sometidos los habitantes originarios de América y no sé en realidad si soy el que encuentra perfectas el enlace de palabras que Apóstol utiliza, para describir en un único artículo tantas horas de historia, o es ilusión de una mente que se está friendo por el consumo de tantos libros. Cualquiera que fuese la vertiente real amo toda la poesía que es esta revista y desde este futuro lleno de digitalizadas cosas, agradezco a Gonzalo de Quesada, ese que pocos recuerdan, el haber guardado celosamente toda la obra escrita que hoy disfrutamos de Martí.

Leerlo es como encontrar para la mente un bálsamo que nos va curando el alma y nos inyecta en la sangre ideas positivas, para seguir eternamente aferrados a la esperanza ante la oscuridad de estos tiempos y no convertirnos por las circunstancias en parte de ella. No pudo saber ese gran hombre el legado que dejara a millones de personas que hemos llegado después de su partida. Su espíritu vive en la estructura de cada letra de su pensamiento escrito. ¿Existe mejor padre intelectual para los cubanos y lo habrá algún día? Que venga alguien con sus argumentos para ver si me convence…

No pasan tantas horas en la que anónimos comentaristas anuncian de vez en vez otro nuevo lote de individuos infectados; difícilmente pasa una jornada en la que aunque cansado hasta los huesos, no escuche palabras de esa voz que traspasa más de doce décadas y media y penetran en mi sien como taladro que se hace camino para calar hasta donde parece imposible a veces.      

miércoles, 11 de marzo de 2020

Otro pensamiento


Obra símbolo de resistencia
Para Arnoldo, en estos días de aflicción

Hay golpes en la vida que son como lluvia de meteoritos impactándonos el alma; que te hacen doblar las rodillas hasta el punto de creernos que no habrá más amaneceres sobre nuestras cabezas; que sencillamente nos oxidan el pensamiento. 

Hay golpes en la vida, pero también en la vida tenemos exclusivo el poder de enderezar nuestros caminos y echar a andar haciendo despertar al guerrero que habita en algún lugar de esa esencia que somos. La lección es saber levantarse aunque nos duela hacerlo. 

Esta es la única forma de aprobar. No depende de nadie más sino de uno mismo. Si te dejas caer lamento decir que no tocarás fondo: sólo caerás y caerás y caerás hasta el fin de tus horas. Montar en nuestro corcel, tomar lanza en mano e ir contra las adversidades es la solución.    
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