martes, 19 de mayo de 2020

“Doce décadas y un lustro luego…”


Obra plástica que alude a la muerte de Martí
El 19 de mayo de 1895 constituyó un día cualquiera en la vida de millones de personas que aún tenían la dicha de vivir en aquellos años finales de la decimonovena centuria. Para la mayor isla en el Caribe fue todo lo contrario marcando un antes y un después: la suerte de una “guerra necesaria” contra el enemigo ibérico, quien desesperado aferraba los últimos dedos en sus únicas posesiones que le quedaban en América(1), en medio de un campo de batalla en la oriental geografía de Dos Ríos le hacía perder a uno de sus hijos más ilustres físicamente.

De aquel hombre pronto la misma tierra de la Patria empezaría a degustar la carne inerte que mientras estuvo viva, no dejó de amarla ni un segundo siquiera, y al mismo tiempo, también quedaban encendidos para la eternidad el mito y el símbolo de consagración, el paradigma de anónimas personalidades que verían en 1902 nacer la primera República mancillada en deshonores y agravios y que lucharían en las décadas posteriores bajo su concepto y luz por la verdadera independencia honrando de esta manera, la memoria de tantas ofrendas de sangre derramada para concebirla.

Como un poderoso mago que no quiere que la muerte lo cubra con su manto, Martí desde su juventud usando su talento y humanismo, empezó a crearse morada indestructible  para el alma en su pensamiento escrito. A lo largo de su fecundo paso de cuarenta y dos años por el planeta, quizás nunca supo que quedaría preservado en cada palabra dibujada en tinta y papel, para que usuarios de sus enseñanzas en un  futuro tan distante como este tuviéramos un excelente y original guía intelectual.

Aquellos disparos de fuego amigo o enemigo, una de las incógnitas sin responder de las que rodean la existencia del Apóstol y que han abrazado cientos de historiadores a lo largo de un inmenso saco pesado de años, nos dejaron con la constancia de que quedaron truncadas cientos de otras obras que pudieron salir de la pluma del Maestro, pero lo inmortalizaron: de eso no hay la menor duda.

Doce décadas y un lustro luego, el hombre de la Edad de Oro, como fue conocido por nosotros cuando fuimos niños en las escuelas donde lo vimos por primera vez en un busto, desanda por toda Cuba en cada cubano. “Todos tenemos un Martí dentro”: dijo alguien y no recuerdo quien. El mío es muy grande y no puedo vivir yo sin leerlo todo el tiempo. Sin calmarme el espíritu con su poesía y despejarme con su legado literario cada nueva jornada de mis andanzas.

(1): …aferraba los últimos dedos en sus únicas posesiones que le quedaban en América… En los años finales del siglo XIX, la luchas por la independencias en el Nuevo Mundo habían hecho perder al trono español las mayorías de sus colonias. Sólo para los años noventa quedaban bajo su gobierno déspota las islas caribeñas de Cuba y Puerto Rico. (Nota del Editor)     

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