Mi papá es una
de las tantas personas que vive en esta sociedad cubana de hoy. Es
cuentapropista y mantener una familia, lucharla para que a su mujer e hija
pequeña de nueve años no les falte nada, es su meta desde la mañana hasta bien
entrada la noche. No le preocupa otras cosas, no se afeita con sistematicidad,
las ropas, como si anda en taparrabos. La jama tiene el número uno, ¿entiendes?,
me dice llevándose los dedos callosos a la cien. Nació en el mismo año en que
mataron al Che, dato que ha marcado mi vida de manera significativa. Me quiere
a su manera. Es todo lo contrario a lo que pienso del mundo cultural. Mi papá
dice que la cultura es una porquería, que trabajando en ese sentido no
encontraré desarrollo económico para mis bolsillos. Que lo que debo hacer es
dejar de comer tanta m… y buscarme un trabajo donde me gane unos cuantos
pesitos extras y pueda comer bien. Desde su concepción, es verdad, hay que
buscar el moni, los guanikikis y aunque sea llevarse un pan con huevo frito y
un vaso de leche, no acostarse con la barriga vacía. Poetas, escritores,
pintores y soñadores pasamos trabajo, es cierto, pero me jode que nadie se dé cuenta de qué me
valdría la vida si fuese un personaje con una buena casa, carro, buena percha y
nada en la cabeza como los hay por ahí. El puro mío llegó hasta doce grado.
Tuvo de compañero al gordo que los domingos sale haciendo al personaje de Papo,
en el humorístico A Otro Con Ese Cuento que transmite la televisión Cubana. A
veces pienso cómo le sería la existencia si hubiese triunfado en la actuación,
si no se hubiese quedado en este monte, el que afirman muchos que no hay nada
digno de mostrar, como él. Siento que ha perdido la fe y eso me fastidia.
Siempre me restriega en la cara que yo no le hago caso en las cosas que me
dice, que él tiene la razón. Esto tiende a confundirme y no sé qué decirle. A
pesar de todo amo la cultura y amo sentirme con el duende que nadie ve, que
nadie advierte pero que llevo en el corazón aunque no tenga ni un quilo en el bolsillo
para venir a trabajar. A veces también siento que se me llena el alma con todas
las cosas que le pasan a mi papá pero no dejar sin respiración lo que llevo
conmigo es una lucha diaria. Esos martillazos que me sacan astillas, que me
recuerdan día a día el eterno dilema entre economía versus espiritualidad,
materia versus idealismo no dejan de estar, de vivir esperando para atacarme
sin compasión. En lo personal yo no nací con una herencia ni con sangre azul
que corra por mis venas. Nací con lo que aprendí y con lo que elegí y elegí no
decirle a nadie ni al mundo a través de este espacio que soy pobre, porque, mis
riquezas son, tener el don de agradecerle cada día al despertar las gracias
Dios por darme todavía aliento y los modestos conocimientos que en mi disco
duro de materia gris guardo. Mi papá tal vez nunca lea este párrafo y si lo lee
algún día quizás no entienda mis motivos por el cual aunque me digan jodiendo
que debo conseguirme aunque sea quince pesos para el bolsillo (argumento que no
es menos cierto) yo seguiré apostando porque en Guamá, o donde quiera que esté
hasta que me muera, alimentar este amor que late por ´´aquella cultura que no
sirve´´ pero que me da los elementos pa´ construir mi pedacito de historia
minuto a minuto. Al otro padre que fue dedico este texto, al Encina que ya no
está, al que me enseñó a que como dijera otro amigo en común: no puedes vivir
de lo que escribes pero no puedes vivir sin escribir, la poesía y los sueños no
te dan de comer pero hace del espíritu un árbol que nos es sombra para vivir.
El que lea este bloque advertirá que se puede leer en solamente algunos escasos
dos minutos. Yo, escritor, me tuve más de cuarenta y cinco en pensarlo.
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