Llovía bastante en Contramaestre aquel día hace
dos años atrás y dos personas que han sido importantes en mi vida aún estaban vivas.
Recuerdo aquella tarde noche en la que fuera una verdadera odisea llegar a casa
de mi abuela, evitando que se me mojase la memoria flash y le contase, aunque
no supiese ni J de lo que yo le hablaba, de que en la blogósfera un nuevo
componente de ésta había acabado de nacer en Internet y que éste servidor, unos
de sus tantos nietos, tenía a partir de aquel entonces, un reto de aprendiz quizás
para toda la vida. Después de bañarme y comer nada me hizo dormir aunque estaba
cansado lográndolo sólo pasadas las tres de la mañana luego de seis horas de
intento. Durante aquellas tratando de alcanzar el techo en plena oscuridad no podía
dejar de pensar en aquel sitio en el que menos de medio día antes habíamos
colgado para el mundo completo tres cuentos de mi autoría para empezar. Las
jornadas siguientes cada persona allegada a mí dentro del círculo literario fue
enterándose del inesperado suceso. Uno de ellos fue Eduard Encina Ramírez quien
en una de esas húmedas mañanas mientras degustábamos un cafecito en él Café Cantante,
me regalaría una de las primeras lecciones al decirme que desde ahora en lo
adelante tendría que “aguantarme los huevos” y mantener, dejando la pereza a un
lado, aquella página Web a la que ni yo mismo pensaba llevar tan lejos siéndoles
un tanto sincero. Hoy El Cubo Oriental empieza su tercer
año de existencia. No he tenido en este tiempo nada más excitante que hacer y
que cause el mismo placer que éste, el de colgar parte de mis pensamientos y
digitalizarlos para la posteridad. Nadie sabe dónde estaré a la vuelta de otros
dos años. Es por eso que agradezco en todos mis amaneceres al Dios Altísimo el
que mis pulmones y mi corazón sigan respirando y latiendo respectivamente. El Cubo
Oriental es un pequeño mundo que voy expandiendo con cada idea. Estoy
orgulloso de ser padre una vez más con cada texto que llega desde el reino de
la nada, se instala en mi cabeza y que, saliendo molécula a molécula por las
pulsaciones de mis dedos sobre el teclado virtual de una tableta, traspasa la
frontera de lo invisible para quedar como una huella profunda de lo que soy y
de lo que puedo ser. Aseguro que mientras se me permita, existirá siempre algo con
qué alimentar el alma de este blog, escrito y editado desde el centro mismo de la Sierra Maestra y
que únicamente podrá apagarse de modo alguno aquel día en que me muera. Escribo estas
líneas sentado en la cama de mi habitación un poco agotado, sí, pero satisfecho
por lo que ha sido El Cubo… y por las cosas que serán.
Tengo como el Maestro fe en el mejoramiento humano. No quería irme a dormir sin
antes recordar este segundo cumpleaños y desearle largo camino a recorrer, que
siga creciendo para bien y que sea el tiempo quien tenga la última palabra.
Olber Gutiérrez Fernández 10 y 21 de la noche
del 19 de abril de 2019.
No hay comentarios:
Publicar un comentario