Telenovelas del primer mundo: ¿quién alguna vez no ha visto en otras
latitudes algún que otro fotograma de esas megas producciones y de ciertas
formas, sentido en su intelecto los balazos que traen éstas? Los caballeros
visten de trajes que no puedes comprar ni imaginar remotamente tener. Las mujeres
de esbelto cuerpo “santificadas” en el canon de otra galaxia, lejos de la
realidad de los pueblos humildes. Las mansiones perfectas, perfectos coches. Vida
escenificada en fin, de las grandes productoras multimillonarias que intentan
restregarte en la cara que no eres de este mundo ni serás feliz jamás, si no
andas dentro de esos parámetros de hombre de la alta sociedad.
¡Que equivocados están!
Es en la hermandad de los de abajo donde están los verdaderos tesoros. En
el abrazo del amigo que jornada tras jornada se raja la vida sudando su frente
junto contigo ganándose el pan de cada día. En la mirada de los tuyos que
aunque sepan que tienes la cartera en cero a final de mes siempre están ahí
para apoyarte. En una buena lección escrita que desde un siglo ya pasado alguien
te ha dejado para que la descubras en los libros. En el amanecer, ese amanecer
tan puro que nos regala la divina providencia y que nos hace ser más rico que
todos los reyes juntos de la tierra.
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