Fidel junto a Hemingway, otro de los grandes escritores del mundo |
Por cuestiones ajenas a mi voluntad no pude
colgar este texto el día que debía. Hoy, dos días después lo hago. Ojalá sirva
de referencia para quien acceda a él y sea parte de mi personal homenaje a
Fidel en estos días finales de noviembre.
Deambulaba por la escuela sin hacer nada en
la hora de descanso y decido entonces entrar a la biblioteca. Sobre una de las
mesas hay textos sobre él. Recuerdo de súbito que se acerca el primer
aniversario de su muerte y lo que el tiempo tan rápido pasa. Desde niño me
imaginaba el momento y creía que cuando sucediese estaría preparado. Años más
tarde descubrí que no fue así. ´´Su legado fue los que nos dejó´´, pensé un
poco desorientado al escuchar aquella noticia en la madrugada que recién nacía.
Con tales pensamientos tomo uno de los libros. En una de sus páginas
encuentro algo subrayado y cito: ´´una
revolución solo puede ser hija de la cultura y de las ideas´´ (1). Quedo después de la lectura más
pensativo. Hace algunas semanas atrás escuché algo parecido en la voz de un
viejo profesor. Sin meditarlo mucho escribo en la cartulina de mi plan de
clases de Historia el nuevo hallazgo. Empiezo a leerlo y a releerlo. Voy
entendiendo cosas. El mensaje va formándose en mi mente. La cultura es la madre
de las revoluciones. Sin ella no sería entonces revolución verdadera. Aún
sentado con libro en mano recuerdo aquellas palabras a los intelectuales, de la
amistad profunda y sincera que profesara a Guillén o al Gabo y a otros tantos
de Latinoamérica y del mundo, de su amplia visión al entender que el pueblo de
la Cuba antes del 59 necesitaba primero ser libre en su pensamiento para poder
abrirse paso al futuro. Fidel vio una poderosa arma en la Cultura porque
entendió que el hombre necesitaba y necesita edificarse para poder alzar el
vuelo hacia nuevos rumbos. Estudioso desde pequeño siempre tuvo presente el
ejemplo de los intelectuales de la década del treinta y supo entenderse a la
perfección con los veteranos que conoció de aquellos tiempos. La figura de
Martí, o aquel espíritu cincelado en las obras del apóstol dejaron sus huellas
en Castro toda su fecunda existencia. Más que las de un incansable luchador de
la guerra de 1895, el futuro líder de la verdadera independencia de Cuba, comprendió
que las ideas martianas eran claves para el despertar de la conciencia
humanista donde el hombre primara como el elemento esencial, no los intereses
de algunos sedientos de poder e injusticia. Cultura para Fidel era (o es, creo
conveniente llamarlo así) una forma benigna de encontrar sabiduría y no ser
esclavo de nadie sino ser los amos y dueños de nuestros propios destinos. Hoy
(25 de noviembre) se cumple el primer año de su ascenso a la inmortalidad.
Nunca me he preguntado, ni lo he leído en ninguna parte si además de nuestro Héroe
Nacional, reconocido como el más universal de los cubanos, hay otro. El Hombre
de la Sierra tiene para mis modestos conocimientos ese lugar indisputable. Si
alguien osara a decir lo contrario o yo en mi escrito estoy haciendo uso de la
mediocridad en afirmar tal cosa, por favor, no quede en su mente una respuesta
y me lo haga saber. La fe es una condición implantada en cada habitante de este
planeta. No importa los credos, ni las lenguas, ni las diversas etapas
atravesadas por el hombre desde los primeros que caminaron la Tierra. La fe de Fidel Castro repartida estuvo
durante los insuficientes noventa años que caminó entre nosotros. Entre esos
pedazos inmensos, no fue pequeño el que ciegamente puso en la Cultura. Ahora
nos toca a los que indudablemente les seguiremos después preservar esa fe, ese
legado humano que nos fue su ejemplo digno y acertado.
Noviembre 25, 2017. 8:22 AM
(1)
Idea pronunciada en el Aula Magna
de la Universidad Central de Venezuela el 3 de febrero de 1999. Diecisiete
años, nueve meses y veintidós días antes de su muerte.
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