Vista frontal del nicho que guardó los restos de Pedro Ortiz Cabrera |
11 de noviembre de 2017
5:51 AM
El campamento Pedro Ortiz Cabrera
empieza a despertar. Todavía podemos observar la mezcla de la noche que termina
con el día que comienza. El mar Caribe está inquieto y brama estrellando la sal
contra la costa. Comenzamos a sentir los cubanos el efecto inicial del invierno
pero también sentimos mitad y mitad de frio y calor. Desde donde escribo podría
verse la magnífica salida del sol pero no es posible. Nubes grises retienen los
rayos y se los dejan para sí. Nosotros somos un grupo de profesores con un destacamento
de Secundaria Básica de la región y llegamos en la jornada de ayer. Salimos
debajo de una fina llovizna de la Israel Pardo Guerra y en cuanto llegamos visitamos
el cementerio local que está a un costado del campamento y que todavía guarda
la tumba del mártir que muriera en los sucesos en la embajada de Perú el
primero de abril de 1980. Luego cruzamos una alambrada y a través de la manigua
nos abrimos paso hasta la playa. Vistamos la gruta y todo el grupo subió por
ella hacia el campamento. Yo regresé por donde me vine llegando primero que
ellos. El campamento se sitúa a unos escasos tres kilómetros de Uvero, lugar
insigne de nuestra historia. Aquí rotan las diferentes y diversas escuelas del
territorio. El plato fuerte, además de peregrinar a la tumba de Pedro, visitar
el pequeño Bosque Martiano que existe en la región. Los adolescentes a nuestro
cuidado se han tirado de sus literas cuando aún brillaban las estrellas. El
rebullicio me ha sacado de los brazos de Morfeo. Voy hasta una de las mesas del
comedor y me siento en una de ellas. En la soledad de la mañana escribo estas
primeras notas. Desde aquí escucho los caos del cementerio. ¿Qué tendrán que
ver estas negras aves bullangueras con el destino del Camposanto? Buena pregunta
para una respuesta que no sé. Aquí han estado siempre. Cosa que me despierta la
imaginación. ¿Habrá algún pacto entre ellas y la muerte o simplemente es mera
coincidencia? Otra respuesta que desconozco y de la que no quisiera saber.
Anoche tuvimos una pequeña velada hasta cerca de las diez y media. Después, antes
de dormir, a hacer que los alumnos se durmieran primero. No es fácil ser
docente en estos tiempos que corren. Hay que tener coraje para esta tarea. La
Cuba de hoy necesita un fuerte renacer en los valores. Creo a mi juicio, parte
clave por lo cual luchar y una importante medicina que nos ayudará a salvar
nuestra revolución.
8: 36PM
El resto del día se ha ido en
actividades de recreación. Bajamos nuevamente al cementerio y nos perdimos
entre las tumbas leyendo los nombres. Cada vez que hago tal cosa pienso en lo
corta que es la vida, lo eterno que es nuestro retorno a los huesos y al polvo.
Los restos de Ortiz Cabrera ya no descansan aquí pero ha quedado intacto el
nicho donde descansó muchos años. La naturaleza del lugar parece detenerse ante
los muertos. Solo el conversar de los dos trabajadores abriendo en tierra un
nuevo hoyo, los caos y el furor del mar contra las piedras de la orilla o el
transitar de los pioneros por todo el cementerio no parecen respetar el sueño
de los que ya descansan. He estado en este campamento en noches de luna llena y
desde las ventanas abiertas del comedor los sepulcros brillan. Rompe entonces a
funcionar la fantasía y muchos hablan de fantasmas y aparecidos. Disfrutar de
estos momentos es grato. Los que nos atienden se esmeran. Por estar en un lugar
alto la vista hacia la playa es increíble. Ya el paisaje no es el mismo que
hace unos meses atrás cuando la sequía era intensa. Todo es verde. ¡Que linda
se ve Guamá cuando esto sucede! Más tarde un grupo visitó el bosque martiano y
un poco más allá mientras que la otra cansada decidió quedarse a descansar. El
contacto con la madre natura es bueno para el hombre aunque a veces este no
tenga la noción de que el aire que respira le fortalece los pulmones. Este es
uno de los majares que nos ofrecen esta rotaciones. Hay que destacar que esta
vuelta ha sido libre de la manada de jejenes que caracterizan al campamente
salvo dos o tres que nos rondan como diciendo que no nos olvidemos que estamos
en su territorio. Mañana volveremos a nuestro sitio. No sabremos a qué hora
vendrán las guaguas. Por el momento el mar sigue rugiendo y junto al sonar de
los grillos arman una perfecta orquesta sinfónica que al menos me regala paz y
tranquilidad. Detengo el lápiz y los escucho recostado. El sueño nos llama. Con
estos chamacos que tenemos el cansancio se nos duplica. Hoy no nos sale toda.
Cuando retornemos a casa sentiremos sus huellas.
12 de noviembre de 2017
(domingo)
7:34 AM
Aprendí en uno de los libros más
importantes del mundo que el día de mañana no nos pertenece. Por eso lo primero
que hice hoy al despertar fue darle las gracias al Omnipotente. Le pedí luego a
mi socio de aventuras Joel que me prestara su celular y bajé al cementerio.
Allí tomé algunas instantáneas de la tumba citada en el párrafo anterior. Los
caos desde las ramas aledañas me vigilan. A esta hora todo el lugar parece
salido de una película de terror. Siento que en cualquier momento se me va a
aparecer algún espectro con el pelo regado, los vestidos negros rasgados y
sucios, cara desagarrada. Idea sacada de mi imaginación claro está. Decido
volver al campamento. Ahora esperamos. Las guaguas vendrán en cualquier
momento. Algunos hacen chistes. Unos ríen, otros no. La mañana es algo
fría y a la vez con algo de calor. Es
mejor este clima mixto que los tormentosos calores de julio y agosto. De eso
podemos estar seguros con los ojos cerrados.
3:32 PM
Tirados en una de las esquinas de
la subida del campamento esperamos la segunda guagua. La primera ha partido
algunos minutos antes con el primer grupo. Tuve suerte y mientras estuve esperando antes de bajar,
el administrador del lugar amablemente me ha prestado la PC y he tecleado gran
parte de esta crónica. Cuando lleguemos nos espera diferentes cosas. Entre
ellas, además de organizar para mañana
lunes volver a clases, echarnos una buena siestecita o un buen baño con agua
caliente para tratar de relajarnos el cuerpo.
Los chicos seguro que les hablarán a sus padres desde su punto de vista, las
travesuras cometidas. Yo aquí termino mi relato, crónica o reseña. Ustedes como
lectores deciden qué es. Me limitaré no más después de esta oración a guardad
mi libreta de apuntes en el maletín.
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