lunes, 4 de junio de 2018

La religión de sentirse cubano: apuntes.




Símbolos que nos identifican como cubanos
Conversaba no hace mucho tiempo con un portugués de visita por primera vez en la Isla, residente éste en la República Francesa donde está casado y trabaja. Su castellano no muy claro que digamos pero había muchas cosas de nuestro idioma que decía y entendía a la perfección. Yo, modesto cubano al fin, guajiro universitario que vive en la Sierra Maestra, sacando a relucir un poquito de mi riqueza espiritual, empecé a hablarle lo que significa vivir en Cuba en cuanto a nuestra identidad cultural se refiere y, al pensar que no podría del todo entender aquello que quería que aprendiese, para mostrarle el origen de nuestro pueblo actual, tomé el recipiente que llevaba en la mano, lo destapé y le dije:
–Mira, reúnes a un español, a un aborigen y a un africano. Lo echas aquí, –señalé con el dedo al recipiente –cierras y lo remueves. La mezcla que sale, ese es el cubano.
El portugués quizás no me entendió o sonrió por mi ocurrencia. Pero, ¿qué significa ser hijo de la mayor de las Antillas en estos tiempos entre los tantos retos de los habitantes de un país, que, observando las cosas que se mueven en el Orbe, tienen que elegir a veces entre quedarse o irse para mejorar económicamente en tierras extranjeras en muchos de los casos?
Ser de donde vivió el hombre sincero, del reino en el que se forjaron las piernas guerrilleras de otros tantos, no considero que sea una coincidencia para mí ni muchos menos una deshonra cuando nunca en mi vida he tenido juntos en mis manos la mínima suma de tan siquiera cuatro mil pesos moneda nacional. Más bien es un honor de ser partícipe entre los once millones y un tantico que somos sobre la faz de la tierra. (Lucharla todos los días no es un castigo; lucharla es una lección de vida que no solo la tenemos los cubanos y maravilloso es cuando después de tanto meditar el día menos pensado lo entiendes de buenas a primera).
El cubano puede tener una mansión con las mejores vistas en ciudades tan populares como Roma, París, Nueva York, Tokio, Londres pero cubano puro al fin echará de menos a Santiago, Camagüey, Trinidad. Ser cubano es llevar en la sangre el gen caribeño donde quiera que se esté, así sea en una cabaña futurista en el planeta Marte. Seguro estoy que si hubiesen sido cubanos los gladiadores en el antiguo coliseo, los leones no saldrían de sus jaulas ni amarrados por las bolas. Hubo pueblos que han sido arrasados y olvidados por la historia; no pasará lo mismo con los hijos de Martí porque el espíritu impregnado en los guerreros que somos es más que una potente fuerza.
(Vivimos en una isla donde jornada a jornada los padres de familia piensan por los suyos. La gente sale a la calle a batallar, a ejercitar su mente para que la valentía se les alimente y encontrar motivos para levantarse, para no dejarse caer vencido cuando los ánimos pierden el ánimo).  
El nativo siente cuando es  extranjero que le falta el sol del Caribe, que el paladar le pide a gritos el café colado casi al lado de la planta del cafeto sin intermediarios, no aquel capuchino exprés que le venden en una tienda; siente que los cigarrillos locales no tienen el mismo sabor que los de la Tierra Prometida tocados con el rocío de la mañana. La música tocada en los espacios que visita no destila magia si no se les canta un auténtico son acompañada de unas buenas maracas, guitarra y tres, del tambor con la piel del chivo y unos buenos bailadores que se muevan a lo cubano. Si los japoneses con una lengua tan diferente son capaces de gozar con nuestra cultura, ¿qué cubano no se estremece al escuchar en aquellas comarcas del oriente al son de Matamoros, Compay Segundo y otros tantos?
¿Por qué ser cubano es una religión?
Hay elementos que nos igualan, es verdad; la raza humana es una sola, pero cada grupo humano a partir de sus orígenes tienen sus particularidades. Era inevitable que aquellos españoles del siglo XVI con sus ganas, unidos quedasen a los africanos e indígenas y aquellos mestizos resultantes identificándose con el suelo que pisaban, empezáramos a creernos, a  sentirnos una nueva especie acabada de salir de las manos divinas.
El gran templo natural de esta religión, la de sentirse cubano, son los 109 884,01 km² que tiene este caimán dormido en el medio de las dos Américas. No hay dioses que seguir (solamente uno). Los decorados son de palmas reales y aves de todo tipo que en las serranías elevan su canto en los amaneceres. El extenso techo azul por el día, con su dorada lumbrera que lo atraviesa a la mitad de este a oeste, inspira a unos cuantos devotos que trabajan desde la madrugada y con la oración del ´´azadón nuestro de cada día´´ piden a la madre naturaleza que los bendiga con sus frutos. No faltan en el extenso techo azul del templo estrellas y lunas llenas para la guajira hermosa que adornada con flor recién cortada alegra al esposo cuando éste llega al bohío vencido por el cansancio pero gozoso de haber estado el día con oración en mano.
Para guiarnos dentro de este gran templo tenemos las ideas del más universal de todos nosotros para comenzar (aunque también de su tiempo se destaquen otras personalidades); tenemos intelectuales recientes que sienten en su piel la genial suerte de haber nacido aquí y no en ninguno de los otros puntos cardinales; tenemos la convicción y eso nos hace ser príncipes de nuestro destino.
La religión de sentirse cubano no es algo que nos haga olvidar de las cosas que carecemos y por eso tengamos argumentos para echarnos a llorar; la religión de sentirse cubano es darle valor a nuestras raíces, a lo que tenemos; es vivir frente al mundo sin vacilar que somos un pueblo sinónimo de resistencia; es creer, creer y volver a creer en cada generación y no importa la década ni el siglo: siempre seremos mambises, siempre rebeldes por las causas justas.


           

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...