viernes, 8 de junio de 2018

Personajes Guamenses: Melba, la madrigalista de Guamá



Melba Rosa Justiz Hechavarría, la madrigalista
 La anciana de esta fotografía que pueden apreciar a su izquierda se llama Melba Rosa Justiz Hechavaría. Su edad 75 años. Estudió en la Universidad de Oriente Ciencias Culturales aunque nunca los terminó en los primeros tiempos de la Revolución. Nació en Palma Soriano el 27 de agosto de 1943. Después, los avatares de la vida la llevarían de su ciudad natal hasta el costero barrio guamense de Cañizo haciendo primero una travesía por San Luis y luego Santiago de Cuba y aquí, como ella misma dijera, echar raíces. ´´Sabemos dónde nacemos, no dónde estiramos la pata´´ concluyó.

La conozco desde niño. Llena de amor y sabiduría es confortante dialogar siempre con ella. Se pierden en la memoria entonces ya tantas conversaciones pero nunca las ganas de volver a su casa una y otra vez. Entre tantas cosas así he sabido de su devoción por el canto. También para mi sorpresa, hace poco he sabido que integrante fue del Coro Madrigalista de Santiago de Cuba, mencionado antes con gran intencionalidad como introducción de estas páginas. Me propuse pues luego intentar hacerle una entrevista, hacerla hablar sobre sus tiempos en dicha agrupación coral corriendo el alto riesgo de no lograr nada. Melba se rehúye a conversar de su pasado diciendo a veces que su vida no tiene ninguna cosa digna de recordar. Gracias a Dios tuve algo de suerte y estos son mis resultados:

***

-Imagino que la oportunidad le vino como anillo al dedo, ¿Cómo llega al Coro Madrigalista (CM) de Santiago de Cuba y en qué año?

-Entro en 1968. Al retirarse una de las muchachas que quería iniciar la carrera de solista. Fui contactada por uno de los tenores de aquel entonces de apellido Cajigal. Tropecé así con la música madrigalista por los designios de Dios. (Risas) Así fue que la conocí desde otro maravilloso punto de vista. Solo la escuchaba por la radio. Mi papá, una persona a la antigua, no estaba de acuerdo. Para él las mujeres eran de su casa. Era mal visto que trabajasen fuera. Mucho menos en el arte y la música. Fue buen músico.  Aunque no sabía nada de academia la guitarra hablaba en sus manos, incluso las de juguete. (Otra vez risas)  Hice una sola prueba y enseguida estuve dentro. No podía creerlo pero era tan real como la conversación que tenemos ahora.

-Seguro que al principio no le fue fácil adaptarse. ¿Cómo era la vida dentro de éste?

Melba resaltada en el circulo, en una de sus presentaciones con el coro Madrigalista
-Mira, nada de las cosas en la que uno comience de buenas a primeras no les va a encontrar asperezas. Le cogí el paso rápido. Se ensayaba y se estudiaba todos los días por las mañanas.   Nos presentábamos en todos los espacios; santiagueros y también fuera de la ciudad. Teníamos descanso cuando regresábamos de viaje y a veces se nos presentaban actividades repentinas. En el tiempo que tuve personalidades como la talla de Frank Fernández y Guido López Gavilán, que dirigió el coro cuando la grabación del disco Esteban Salas. Cada integrante del Coro Madrigalista tenía que superarse día a día; actualmente las nuevas generaciones tienen mucho que estudiar para entender claramente qué significa pertenecer al mismo. Nosotros estudiábamos todo los que nos aportara y nos enriqueciera el pensamiento. Un madrigalista sin horas dedicadas a la cultivación, no tenía cabida, era sencillamente otra cosa.

-Pertenecer a una agrupación de canto coral que se presentaba muy seguido y durante tantos años son innumerables y hasta a veces olvidados los momentos pero, ¿Cuál es la presentación que más recuerda y de quiénes eran los trabajos en los repertorios del coro?

-Nos presentamos una vez con un texto de José Martí: La Sombrilla Alameda. Recuerdo que la sala estaba repleta y la ovación del público fue tan enorme que me emocioné toda. Escuchar todos aquellos aplausos me hacían saltar al alma aunque jamás se lo dije a nadie: eres el primero en saberlo.  En el repertorio había piezas de muchos autores que son dignos de notar pero no te complaceré (Risas), solo haré mención de quien creo se merece una ganada mención. Ese es Esteban Salas cuyas aclamadas obras por el público hacían deleitable nuestro trabajo. También obras selectas de la cultura de los siglos XVIII y XIX. 


-Los seres humanos vivimos aprendiendo desde que nacemos y así es durante toda la vida. Cada experiencia nos hace aprender un poquito más, ¿Qué le brindo pertenecer al CM?
Melba en su juventud

-Pertenecer al Coro Madrigalista me brindó una concepción especial de la vida. Si el destino me hubiese preparado otro camino y yo no fuera parte de la historia del coro, no sería lo que soy. El canto es una manifestación inseparable de mis huesos. Ya nada más me queda un chisquete de voz pero tengo fe en que quizás antes de morir vuelva a cantar como en antaño. La voz que tengo ahora no se parece en nada a la de mi juventud. Hace poco quise cantar en la Iglesia y lo que me salió fue una voz de gato. (Risas)
  
-De los que estoy seguro que aún todavía conserva a pesar de los años porque sé que posees una buena memoria empero de tantas cosas ¿Algún otro recuerdo en especial?

-Recuerdo con gran interés el Festival De Coros de Matanzas´75. (El coro ha participado en todos los festivales). Los primeros años de la Revolución el Madrigalista radicó en la casa de Vilma Espín. Estuvo ella más de veinte años en este coro. También recuerdo con gran cariño al primero de sus directores, a Miguel García y a la esposa de este. Otras del coro que se comportaron atenta conmigo fueron Carmen del Toro ya fallecida, muy querida dentro del coro. García Oliva era una persona recta pero no ingrata No deseaba que yo ni nadie la pasara mal. Siempre estaba atento a las personas que tenían talento. Ayudaba a todos para que encontrasen satisfacción en el arte.  

-El artista se va formando y perfeccionando a medida que avanza en las cuestiones de su trabajo. Más hay elementos que les son al artista innatos, ¿qué cree usted que debe tener alguien para ser artista?

-El artista tiene que tener equilibrio. Cuando estaba en el coro nos enseñaban constantemente esto. El artista tiene que cultivarse y leer mucho. Vivir ejercitando su mente. Uno de los ejercicios que hacíamos en nuestro caso eran el de respiración y el de girar en forma de cono sobre nuestro pies inmóviles para poder resistir el tiempo parado frente al auditorio. La gente se cansa y nosotros no estábamos exentos de cansarnos como es lógico. Dentro de nuestras faenas diarias estaban largos minutos dedicados a esto. Claro, había algunas otras maniobras que el artista tiene que saber para considerarse como tal, pero el equilibrio es como el eje muchas cosas.

-Usted es devota cristiana, católica, y me ha dicho que desde niña la llevaban a la Iglesia ¿Estar en un coro no le fue impedimento?

-Estar en el Madrigalista nunca me impidió seguir asistiendo a la Catedral. Mi sicología se adaptó a que las dos pasiones, la de seguir a Dios en primer término y a la música en el segundo podían mantenerse sin ningún tipo de problemas. Hubo quienes me dijeron que aquello estaba mal pero no me importó. Recuerdo algunos casos a los que la vida se le imponía seguir una sola cosa a la vez. Gracias a Jesús, a mi fe puesta en él que nunca tuve que pasar por eso.

-No se puede a veces hablar de algo sin relacionarlo con la fuente principal del mismo como en nuestra sociedad es el pueblo ¿Cómo usted ha visto la relación del CM con este?

-El coro Madrigalista ha sido siempre respetado por el pueblo. Todos aquellos que pertenecíamos a él estábamos comprometidos primeramente con la sociedad a la que profesábamos claramente por haber salido de ella. No existía ningún madrigalista que no fuera humilde, noble, sencillo. Hay gente que no valora la sencillez, pero la sencillez es una de las categorías humanas más puras.

-Siempre tenemos temor en momentos específicos de la vida, ¿Nunca tuvo alguno en medio de las actuaciones junto al CM?

-No, para nada. En el escenario mostré en cada ocasión serenidad. No era la única frente al público, como es lógico, pero disfrutaba de cada puesta con el corazón alegre y lleno de júbilo. Una de las claves para transitar el arte cuando se es parte de un coro es tener confianza en uno mismo. Los coros aunque sean de aficionados no pueden demostrar nerviosismos. Inevitablemente esto afecta la calidad de sus propuestas y aunque lo intentes ocultar el espectador se da cuenta de eso. No se trata de ser perfecto, nadie lo es.

-A pesar de que a usted no le gusta hablar de su vida privada pasada ¿Alguna anécdota que me pueda contar de su vida?

-Sabes que no, (Seriedad en su rostro) pero te haré una que tiene que ver con el tema del cual estamos conversando: Cuando era aficionada una vez me ocurrió algo que jamás se me olvidará. Me iba a presentar e una actividad y estaba difónica. Una señora me trajo café bien caliente con limón y aquel remedio me hizo efecto a la perfección. Al empezar canté mejor que en toda mi vida. La señora hace años que murió pero hasta que me toque a mí le estaré agradecida. Si no hubiese sido por ella el haber hecho el ridículo no me lo quitaba nadie. Hay gente que te ayudará incondicionalmente. A veces uno siente que no existen pero no es así.

-Según por mis estudios la sociedad en la que usted nació y creció, y mencionado de alguna forma por usted misma, era una sociedad machista y prejuiciosa. Todavía en pleno siglo XXI sobreviven algunas de estas ideas ¿Tiene algún impedimento el ser mujer para buscar los caminos del arte?

-Desde chiquitica, como creo que ya te conté, mi padre, que no sabía nada de academia descubrió en mí a la artista. Te recuerdo que él no quería que yo estuviese en la calle. Pero una artista para que llegara a gozar en aquella época de reconocimiento tenía que romper esquemas. Incluso hay que ponérsele dura al marido. Una vez estábamos en festival. Desde afuera mi esposo me llamaba. Le mandé a decir con una de mis compañeras que no lo podía atender. Ésta y ninguna de las otras me quisieron hacer el favor. Tuve que ponerme fuerte con él. Los hombres de aquel entonces tenían una educación diferente. Es lamentable que todavía persistan los prejuicios contra la mujer.

***
Junto al coro en la casa de Vilma Espín, Santiago de Cuba
El Coro Madrigalista fue su otra familia durante más de dos décadas. No recuerda Melba Rosa, o no quiere recordar, cuando pidió su retiro de tal ilustre organismo artístico. Ya hace unos cuantos años que Oscar, su último esposo descansa en paz. Ella vive aferrada en respirar sus días restantes ayudando a los anónimos pobladores del Cañizo ´´según la voluntad del Divino Creador´´. Me tomaré el atrevimiento en comentar que no son pocas las veces en las que han intentado arrancarla del lugar bajo pretexto de proveerle mejores atenciones. Terca como las mulas (o sacando a relucir el espíritu de su abuelo mambí), en decir siempre que de eso nada sigue allí como un árbol con sus raíces bien profundas.

Sábado tras sábado a eso de las tres de la tarde la misión católica se activa. Los feligreses sentados en modestos bancos de madera escuchan su lección. Curiosos pasan calle arriba y calle abajo los vecinos confiados que ´´la viejita Melba´´ como algunos la llaman, todavía sigue en pie de guerra y es la anfitriona. Desde Santiago de Cuba importantes personalidades de la denominación cristiana vienen de vez en cuando a visitarla. Pero esto es parte de otras historias. Ojalá sea EL CUBO… quien las cuente algún día.



 

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