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Un día inolvidable junto a mi amigo |
Mañana estarías cumpliendo 46
años de edad y recuerdo en este instante cuando cumpliste los 44. Yo estaba
abriéndome “pasos” en mi segundo período de servicio social agobiado por las
clases, papeles y gajes del oficio que representa ser profesor en Cuba. Aquel
mediodía hice una llamada a Contramaestre. Siempre Arnoldo era quien cogía el
telefono o sino Diana pero esta vez confundido escuché otra voz. No era usual escucharte
a través de la vía al principio no te conocí.
“Oye, soy yo: ¿no me reconoces?”
preguntaste.
“¿Eduard?”, intenté adivinar.
“Parece mentira que no me hallas
conocido”
“Lo que pasa es que no es normal
que hablemos por teléfono” me justifiqué. “¿Cómo están las cosas? ¿Y Mailer,
Handel y Malcolm?”
“Estamos todos aquí celebrando mi
cumpleaños, compartiendo el día con Arnoldo y Diana. ¿Cómo anda tu vida, estás
leyendo?”
“Aquí en el trabajo dando mis
clasecitas de Historia. Cada vez que tengo un chance me siento en la biblioteca
con el Borges que me dedicaste. Loco por terminar este año para ver que hago
con mi futuro.”
“No te mates chama, cumple con el
deber y luego veremos que pasa”.
Tuve ganas inmensas de tener
poderes de teletransportación y en tan solo unos momentos estar allá con
ustedes. Siempre tenía (o tengo todavía) el gran anhelo de pisar la tierra que
me vio nacer cuando las cosas se pintan de muchos colores extraños en mi cabeza
y del que no esta exento aquella jornada. No es preciso detallar para qué era
que llamaba a Arnoldo pero recuerdo que hablé con él. Me dijo del fiestón montado
en el pequeño y modesto patio trasero en el que habita un cafeto y una guásima
en la calle misma en la que naciera el pueblo. Nadie sospechaba la jugada de
las moiras Átropos y Láquesis que tendrían efecto unos meses luego.
En este presente de 2019 y
contando, sigo acordándome de ti todos lo días. Resistiendo la idea de tu
partida aún. No sé si estaría bien o mal maldecir estos instantes en los que
vienen a mí aquellos para acordarme que la existencia es breve, que nada
traemos y que nada nos llevamos, que la duda vuelve y los sobresaltos me
atrapan el alma al pensar que tengo yo también que dejar de respirar. Me
consuelo al pensar que Dios te tiene en tu seno y que junto a los ángeles
cantas, que lograste la meta de llegar donde la luz resplandece. Aquí el tiempo
pasará y no habrá fórmulas ni alquimias posibles que, mientras lata mi corazón,
hagan desaparecer de mis memorias los minutos y horas ligadas a tu inseparable
amistad. Año 46 cumplido. No serás nunca pasado sino presente eterno.
Olber Gutiérrez Fernández, enero
26 de 2019
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