![]() |
La carretera guamense en uno de sus tramos mientras llueve |
El viajero que haya conocido las
zonas más intrincadas del municipio guamense, advierte que dichos parajes están
constantemente enverdecidos. Allá arriba el rocío de la mañana tiene residencia
fija, cosa que es contraria en las costas donde si no llueve en períodos
prolongados el cuento es otro.
Son largas pues las temporadas en
las que la hierba se torna amarilla y tal pareciera que la vida ha muerto por
completo pero no es así: simplemente la vida está escondida en las semillas que
con paciente espera andan a la expectativa del sonido de las lluvias que son el
disparo de arrancada.
![]() |
Fotograma de una planta revitalizada por las aguas |
De un momento a otro se pone el
cielo gris y rompen las nubes a llorar. De esa forma refresca un montón para
todos los habitantes en cada uno de los puntos del municipio y la Divina Providencia
les da a las semillas, como antes dije, el toque de arrancada. Si el agua caída
es abundante, en pocas semanas el escenario se pinta por entero de verde como
un reino que resurge de sus cenizas.
![]() |
Flores silvestres hijas de los aguaceros |
Me es inevitable entonces
recordar aquella escena del texto de Onelio Jorge Cardoso “Francisca y la Muerte” en el que la parca
pasaba por uno de los prados y se tapaba la nariz ante tanto esplendor.
En fin… bendita sea la lluvia en la Sierra Maestra desde donde se
edita El Cubo Oriental…
No hay comentarios:
Publicar un comentario