jueves, 19 de marzo de 2020

Leo a Martí en tiempos del COVID-19



Obra referente a Martí tomada de Internet
No me hace falta que sea 28 de enero ni 19  de mayo para escribir sobre Martí; sólo que sea una tarde noche en la que después de un día completo de agotador ajetreo y mientras mi mujer se entretiene observando en un tablet sus novelitas de amor, me tome un respiro acurrucándome en un cómodo balance con un ejemplar de La Edad de Oro a la mano, y redescubra lecturas que repasé cientos de veces cuando niño pero que toman otra dimensión al consumirlas ahora de adulto.

Por el mundo anda un nuevo enemigo biológico que se agiganta en cada momento: lo dicen las noticias en la tele y por doquier. Yo me voy en la invaluable escritura del Maestro a los tiempos del “El padre Las Casas”, aquel genio indignado contra los maltratos a que eran sometidos los habitantes originarios de América y no sé en realidad si soy el que encuentra perfectas el enlace de palabras que Apóstol utiliza, para describir en un único artículo tantas horas de historia, o es ilusión de una mente que se está friendo por el consumo de tantos libros. Cualquiera que fuese la vertiente real amo toda la poesía que es esta revista y desde este futuro lleno de digitalizadas cosas, agradezco a Gonzalo de Quesada, ese que pocos recuerdan, el haber guardado celosamente toda la obra escrita que hoy disfrutamos de Martí.

Leerlo es como encontrar para la mente un bálsamo que nos va curando el alma y nos inyecta en la sangre ideas positivas, para seguir eternamente aferrados a la esperanza ante la oscuridad de estos tiempos y no convertirnos por las circunstancias en parte de ella. No pudo saber ese gran hombre el legado que dejara a millones de personas que hemos llegado después de su partida. Su espíritu vive en la estructura de cada letra de su pensamiento escrito. ¿Existe mejor padre intelectual para los cubanos y lo habrá algún día? Que venga alguien con sus argumentos para ver si me convence…

No pasan tantas horas en la que anónimos comentaristas anuncian de vez en vez otro nuevo lote de individuos infectados; difícilmente pasa una jornada en la que aunque cansado hasta los huesos, no escuche palabras de esa voz que traspasa más de doce décadas y media y penetran en mi sien como taladro que se hace camino para calar hasta donde parece imposible a veces.      

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