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Fidel y yo unos meses antes de su muerte |
La
oportunidad de conocerlo sólo se limitó a un escaso año y dos meses antes de su
muerte el pasado 3 de julio, luego de que la enfermedad que padeciera por más
de 20 años al fin lo venciera: oportunidad que me tocara a fines de mayo de 2019
cuando vine a vivir en el mismo batey que él uniéndome sentimentalmente con una
de sus nietas. Bautizado como Clodovaldo Fidel Coello Torres otras tres
personas importantes cercanas en mi vida también llevaron su segundo nombre; la
primera: el padre de mi abuela materna Euvelina Aguilar Fernández; la segunda:
un vecino amigo de la familia y de quien no recuerdo apellido allá en las
cercanías de El Cayo, Baire, carretera desde este poblado histórico hacia Los
Negros; y la tercera por supuesto, el líder de la Revolución Cubana
del que todo niño conocía de sobras en las escuelas desde sus primeros años de
educación. Tenía en aquellos momentos ochenta y seis años de edad y pues era
definitivamente, aunque suene reiterativo el dato, el cuarto Fidel que llegaba
a mi historia en veintiocho años cumplidos de paso por este mundo por aquel
entonces. Odiaba las fotografías según pude ver y las que cuentan ahora como
prueba de su existencia fueron rarezas al ser tomadas.
El
viejo Fidel era amado por sus cuatro hijos, sus parejas y familiares cercanos, dos nietas y tres bisnietos de una
forma excepcional, y no faltan en esta lista losvecinos habitantes de la comunidad que siempre preguntaban por su salud. Su esposa Vidalina estuvo junto a él por más de cincuenta
años y ambos se encargaron de sembrar valores en toda la descendencia que
lograron tener. Era un viejo que a pesar de sus casi noventa gustaba de las
novelas del paquete semanal y de los deportes transmitidos por Tele Rebelde. Su
cafecito de las mañanas no podía faltarle como buen cubano de esta Sierra
Maestra que era. Se ponía bravo cuando a mediodía Yohan, Yasmín y José Manuel
sus tres bisnietos no habían ido a darle el besito de buenos días y peleaba
como loco si estos no llegaban. Le gustaba conversar de todo tema y recordaba
su niñez, etapa cambiada radicalmente sin su madre que perdió a los ocho años. Sobre
ello una vez me dijo que tener a la madre cerca es una bendición que nadie debe
desperdiciar y que hay que saber amar. Recuerdo sus ojos nublados ya afectados
por el tiempo, mezcla de experiencias y nostalgias y a la vez un poco de pena
por lo delicada de su salud, de su voz pausada queriendo decirme miles de cosas
y un pecho que se le ahogaba si se exaltaba demasiado. Aprendí a amarlo en
pocas semanas pero lo que nunca imaginé fue perderlo tan rápidamente. Creía que
estaría junto a él unos cuantos años. A pesar de sus padecimientos era jaranero
hasta más no poder y también en sus días lúcidos daba cuero como decimos en
buen cubano.
Humilde vivía en una casita de madera sin más riquezas que la de
sentirse protegido de sus amores. Lleno de besos y abrazos, no de oro ni de
plata, sino del cariño y respeto que le hicieron hasta el último respiro saber
que los suyos estaban ahí para despedirlo. Para ser feliz el hombre no necesita
mucho y eso lo pude percibir en Fidel donde la generosidad nunca vi desaparecer
ni en esos instantes en lo que las fuerzas
parecían abandonarle. Se divertía de lo grande cuando yo inexperto tomaba en
manos el hacha del suegro para intentar
rajar leña y con mis hachazos no lograba nada, pero yo nunca me enfadaba por
ello sino que aprendí a reírme con él y seguir sin descansar el empeño.
A poco
más de un mes de su muerte, detalles de la que considero oportuno y sabio no
dar en este texto, todos en el corazón sentimos la falta de Fidel. Ya las horas
no son las mismas mientras estamos en casa adonde llegábamos por las tardes
después de trabajar a saludarlo. Horas en las que casi siempre con mando en
mano se paseaba por todos los canales de la señal digital si se hallaba
aburrido y si los bisnietos no estaban prendidos de Multivisión viendo dibujos
animados mimados por él. A uno se le aprieta el alma en pensar de lo breve que
es el paso por esta tierra y pensar que gente como el ya no está, que la
eternidad se los ha llevado y los extrañamos profundamente en silencio haciendo
perenne el voto de no olvidarlos jamás mientras nos quede prendida una chispa
de aliento.
Bayamita,
Guamá,Cuba, 2 de agosto de 2020
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