jueves, 18 de enero de 2018

Algo Personal



Mi papá es una de las tantas personas que vive en esta sociedad cubana de hoy. Es cuentapropista y mantener una familia, lucharla para que a su mujer e hija pequeña de nueve años no les falte nada, es su meta desde la mañana hasta bien entrada la noche. No le preocupa otras cosas, no se afeita con sistematicidad, las ropas, como si anda en taparrabos. La jama tiene el número uno, ¿entiendes?, me dice llevándose los dedos callosos a la cien. Nació en el mismo año en que mataron al Che, dato que ha marcado mi vida de manera significativa. Me quiere a su manera. Es todo lo contrario a lo que pienso del mundo cultural. Mi papá dice que la cultura es una porquería, que trabajando en ese sentido no encontraré desarrollo económico para mis bolsillos. Que lo que debo hacer es dejar de comer tanta m… y buscarme un trabajo donde me gane unos cuantos pesitos extras y pueda comer bien. Desde su concepción, es verdad, hay que buscar el moni, los guanikikis y aunque sea llevarse un pan con huevo frito y un vaso de leche, no acostarse con la barriga vacía. Poetas, escritores, pintores y soñadores pasamos trabajo, es cierto,  pero me jode que nadie se dé cuenta de qué me valdría la vida si fuese un personaje con una buena casa, carro, buena percha y nada en la cabeza como los hay por ahí. El puro mío llegó hasta doce grado. Tuvo de compañero al gordo que los domingos sale haciendo al personaje de Papo, en el humorístico A Otro Con Ese Cuento que transmite la televisión Cubana. A veces pienso cómo le sería la existencia si hubiese triunfado en la actuación, si no se hubiese quedado en este monte, el que afirman muchos que no hay nada digno de mostrar, como él. Siento que ha perdido la fe y eso me fastidia. Siempre me restriega en la cara que yo no le hago caso en las cosas que me dice, que él tiene la razón. Esto tiende a confundirme y no sé qué decirle. A pesar de todo amo la cultura y amo sentirme con el duende que nadie ve, que nadie advierte pero que llevo en el corazón aunque no tenga ni un quilo en el bolsillo para venir a trabajar. A veces también siento que se me llena el alma con todas las cosas que le pasan a mi papá pero no dejar sin respiración lo que llevo conmigo es una lucha diaria. Esos martillazos que me sacan astillas, que me recuerdan día a día el eterno dilema entre economía versus espiritualidad, materia versus idealismo no dejan de estar, de vivir esperando para atacarme sin compasión. En lo personal yo no nací con una herencia ni con sangre azul que corra por mis venas. Nací con lo que aprendí y con lo que elegí y elegí no decirle a nadie ni al mundo a través de este espacio que soy pobre, porque, mis riquezas son, tener el don de agradecerle cada día al despertar las gracias Dios por darme todavía aliento y los modestos conocimientos que en mi disco duro de materia gris guardo. Mi papá tal vez nunca lea este párrafo y si lo lee algún día quizás no entienda mis motivos por el cual aunque me digan jodiendo que debo conseguirme aunque sea quince pesos para el bolsillo (argumento que no es menos cierto) yo seguiré apostando porque en Guamá, o donde quiera que esté hasta que me muera, alimentar este amor que late por ´´aquella cultura que no sirve´´ pero que me da los elementos pa´ construir mi pedacito de historia minuto a minuto. Al otro padre que fue dedico este texto, al Encina que ya no está, al que me enseñó a que como dijera otro amigo en común: no puedes vivir de lo que escribes pero no puedes vivir sin escribir, la poesía y los sueños no te dan de comer pero hace del espíritu un árbol que nos es sombra para vivir. El que lea este bloque advertirá que se puede leer en solamente algunos escasos dos minutos. Yo, escritor, me tuve más de cuarenta y cinco en pensarlo.     
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