jueves, 20 de agosto de 2020

Acerca de las reglas para no rendirnos antes de tiempo


   La primera regla que debemos aceptar en torno al asunto es que nos tocó ser carne, no Dios Omnipotente e Inmortal y la única rendición que real en nuestras vidas deberíamos adoptar, es la de abrirles nuestros brazos exclusivamente a la muerte al final de un largo camino. Mientras tanto, es cierto: nos agotamos y pensamos en instantes que todo se va acabando, pero ¡oh milagro!: podemos levantarnos y continuar, porque siempre llegarán nuevas fuerzas con las que poder seguir y reordenarnos el universo.  

   De otra forma para que se entienda la idea: vendrán sobre nuestras existencias huracanes tormentosos una y otra vez que nos querrán llevar a “mismísima mierda misma”, como dice un argentino que resume películas en You Tube, pero miremos bien mientras las rachas nos zarandean de aquí para allá y de allá para aquí a los lados, quitándonos el fango de los ojos para ver las dianas amarradas de la esperanza que nos pueden sujetar y ser éstas ángeles salvadores.

   De otra forma más, resumiendo, para entender la idea de una vez y por todas: aunque seamos carne lista para entregar a los sepulcros como producto putrefacto en mercado de orcos, crearnos una armadura de espectador curiosísimo que se pregunta todo el tiempo qué hay después en filme “live action” que somos, es clave esencial para “entender tal cuestión” y procurarnos con lo que nos queda de las ganas después de desechos los huracanes, unos cuantos años más de metraje para ver qué nos sucede.

   Las demás reglas para no rendirnos antes de tiempo, es mera  decisión de cada cual…     

martes, 18 de agosto de 2020

El profe Ibrahim…

Ibrahim en una demostración histórica


Acaba de morir hace algunas horas sumándose a la lista de quienes se hanido sin dejarme contar en este blog las historias inéditas que habían en sus vidas. Tuve el inmenso honor de oírlo hablar de la Historia de Cuba con pasión desorbitarte cuando compartíamos cátedra en el centro mixto “Israel Pardo Guerra” de este municipio y por aquellos tiempos yo era un pedazo de aprendiz en lo que él tenía más de cuarenta años recorridos: el profe Ibrahim era por lo tanto, en el Departamento de profesores de Historia, el más experimentado y hablaba de Céspedes Maceo, Gómez y Martí (por así citar algunos ejemplos), con tanta certeza como si hubise estado machete en cintura en la manigua con ellos. 

Ante aquellos alumnos que siempre estaban en “la guanajá”, como dijéramos en buen cubano en sus turnos de clases, su mano no le temblaba para regañarlos rectamente, cosa que me hacía compararlo con un sacerdote moderno al que no le gustaba que le faltasen el respeto a su religión bajo ninguna razón del mundo.

Recuerdo claramente con especial cariño uno de esos días de dos mil diecisiete en el horario de receso, cuando nos dábamos nuestros buches de refresco y partíamos el pan bañado con una fina capa de mantequilla con tranquilidad, que de buenas a primeras instalamos a conversar sobre aquellos Presidentes de la seudo república cubana. Evocó entonces su época de estudiante en La Habana, de cuando lo llevaron a ver a Grau San Martín que a inicios de la década de los sesenta sacaban de su residencia a tomar el sol en las mañanas y junto a un grupo de compañeros tuvo la oportunidad de ver. Aquello prendió en mí los deseos de realizarle una entrevista para EL CUBO que por entonces empezaba sus andanzas.

Meses luego realizaron en la escuela una ceremonia de reconocimiento a combatientes que en los inicios de la Revolución lucharon contra los bandidos en Guamá y de pie en la plaza estuvo el profe explicando con batuta firme en un mapa y su palabra certera aquellos incidentes de la historia municipal. La entrevista nunca pude hacerla pero de aquel día guardo entre mis archivos fotografías donde lo vemos presente en dicho homenaje a los combatientes.

En materias historiográficas los profesores más jóvenes siempre lo consultábamos y con voz  rápida nos decía: “Coja el libro compay y venga pa´ca”, y ahí mismo, sentados a la mesa o debajo de una sombra te explicaba lo que quisieras párrafo a párrafo. Algo que también lo identificaba ante mí era que a pesar de sus problemas de salud siempre llegaba puntual a la escuela y a sus turnos. En esas cuestiones compartimos en incontables ocasiones desde Chivirico los coches de dos pesos, en las primeras horas de cada jornada para estar a tiempo en los matutinos y en la primera línea de fuego. Con su partida Guamá pierde a un hijo ilustre, a un sabio, a un amigo. Haberlo conocido fue un verdadero placer y lo despido hacia la inmortalidad diciéndole: ¡Gracias Ibrahim por sus lecciones! 

En otro evento pedagógico

 

 

lunes, 10 de agosto de 2020

Aquí también comemos hayaca…

Mientras se cocina hayaca

El maíz en Guamá no se da muy extensivo. Las condiciones desfavorables en las regiones costeras del municipio no propician las grandes cantidades del alimento como lo son Contramaestre, Palma Soriano y  San Luís, por así mencionar algunos terruños que lo cultivan de manera firme durante todo el año. Aquí en las lomas del Primer Frente Oriental José Martí el grano abunda un tanto más en campos “tierra arriba” donde campesinos aferrados se empeñan en cultivarlo, y en otras ocasiones es exportado de esas municipalidades que nos rodean en tractores y carros alquilados. De esta manera es comúnmente comercializado por los barrios humildes en los que nos dividimos a lo ancho de 157 Kilómetros de longitud. 

Independientemente de la explicación que brindo en el párrafo anterior y consecuencia directa de la adquisición,  lo cierto es que los guamenses también tenemos la suerte de poder disfrutar de este verdadero oro en la deliciosa hayaca, preparada con esmero en nuestras humildes cocinas y fogones, a pesar de lo caliente que son estos meses veraniegos, por las manos expertas de nuestras esposas, madres, hermanas y abuelas.

El caldero que no pude faltar

Es duro los avatares de picar el maíz… darle manigueta al molino cientos de veces para lograr la pasta (labor que realizamos preferente los hombre), y luego condimentarla… el seleccionar las hojas adecuadas para montar el producto deseado… aguantar las altas temperaturas mientras se cocinan… hundir las de arriba para que queden perfectas en el agua hirviendo y poner las de abajo en una palangana; pero vale la pena esperar y echarle una buena salsa de hígado de puerco por encima y sentarse a degustar el exquisito sabor que tiene el maíz sembrado en esta tierra caribeña.

Hayacas acabadas de sacar de la candela

Es un plato que amo desde pequeño. Por él dejo hasta el arroz que está en nuestras mesas durante todos los meses del año y recuerdo mientras muerdo los pedazos, a aquellos colonizadores españoles del siglo XV que buscando pepitas del metal más codiciado del mundo hallaron otro legado mejor que a través de los siglos, nos servimos sus descendientes.          

 
En el plato con hígado de cerdo

lunes, 3 de agosto de 2020

El viejo Fidel...


Fidel y yo unos meses antes de su muerte

La oportunidad de conocerlo sólo se limitó a un escaso año y dos meses antes de su muerte el pasado 3 de julio, luego de que la enfermedad que padeciera por más de 20 años al fin lo venciera: oportunidad que me tocara a fines de mayo de 2019 cuando vine a vivir en el mismo batey que él uniéndome sentimentalmente con una de sus nietas. Bautizado como Clodovaldo Fidel Coello Torres otras tres personas importantes cercanas en mi vida también llevaron su segundo nombre; la primera: el padre de mi abuela materna Euvelina Aguilar Fernández; la segunda: un vecino amigo de la familia y de quien no recuerdo apellido allá en las cercanías de El Cayo, Baire, carretera desde este poblado histórico hacia Los Negros; y la tercera por supuesto, el líder de la Revolución Cubana del que todo niño conocía de sobras en las escuelas desde sus primeros años de educación. Tenía en aquellos momentos ochenta y seis años de edad y pues era definitivamente, aunque suene reiterativo el dato, el cuarto Fidel que llegaba a mi historia en veintiocho años cumplidos de paso por este mundo por aquel entonces. Odiaba las fotografías según pude ver y las que cuentan ahora como prueba de su existencia fueron rarezas al ser tomadas.

El viejo Fidel era amado por sus cuatro hijos, sus parejas y familiares cercanos,  dos nietas y tres bisnietos de una forma excepcional, y no faltan en esta lista losvecinos habitantes de la comunidad que siempre preguntaban por su salud. Su esposa Vidalina estuvo junto a él por más de cincuenta años y ambos se encargaron de sembrar valores en toda la descendencia que lograron tener. Era un viejo que a pesar de sus casi noventa gustaba de las novelas del paquete semanal y de los deportes transmitidos por Tele Rebelde. Su cafecito de las mañanas no podía faltarle como buen cubano de esta Sierra Maestra que era. Se ponía bravo cuando a mediodía Yohan, Yasmín y José Manuel sus tres bisnietos no habían ido a darle el besito de buenos días y peleaba como loco si estos no llegaban. Le gustaba conversar de todo tema y recordaba su niñez, etapa cambiada radicalmente sin su madre que perdió a los ocho años. Sobre ello una vez me dijo que tener a la madre cerca es una bendición que nadie debe desperdiciar y que hay que saber amar. Recuerdo sus ojos nublados ya afectados por el tiempo, mezcla de experiencias y nostalgias y a la vez un poco de pena por lo delicada de su salud, de su voz pausada queriendo decirme miles de cosas y un pecho que se le ahogaba si se exaltaba demasiado. Aprendí a amarlo en pocas semanas pero lo que nunca imaginé fue perderlo tan rápidamente. Creía que estaría junto a él unos cuantos años. A pesar de sus padecimientos era jaranero hasta más no poder y también en sus días lúcidos daba cuero como decimos en buen cubano. 

Fidel junto a su nieta mayor y su esposa Vidalina
Humilde vivía en una casita de madera sin más riquezas que la de sentirse protegido de sus amores. Lleno de besos y abrazos, no de oro ni de plata, sino del cariño y respeto que le hicieron hasta el último respiro saber que los suyos estaban ahí para despedirlo. Para ser feliz el hombre no necesita mucho y eso lo pude percibir en Fidel donde la generosidad nunca vi desaparecer ni en esos instantes  en lo que las fuerzas parecían abandonarle. Se divertía de lo grande cuando yo inexperto tomaba en manos  el hacha del suegro para intentar rajar leña y con mis hachazos no lograba nada, pero yo nunca me enfadaba por ello sino que aprendí a reírme con él y seguir sin descansar el empeño.

A poco más de un mes de su muerte, detalles de la que considero oportuno y sabio no dar en este texto, todos en el corazón sentimos la falta de Fidel. Ya las horas no son las mismas mientras estamos en casa adonde llegábamos por las tardes después de trabajar a saludarlo. Horas en las que casi siempre con mando en mano se paseaba por todos los canales de la señal digital si se hallaba aburrido y si los bisnietos no estaban prendidos de Multivisión viendo dibujos animados mimados por él. A uno se le aprieta el alma en pensar de lo breve que es el paso por esta tierra y pensar que gente como el ya no está, que la eternidad se los ha llevado y los extrañamos profundamente en silencio haciendo perenne el voto de no olvidarlos jamás mientras nos quede prendida una chispa de aliento.

Bayamita, Guamá,Cuba, 2 de agosto de 2020
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