martes, 30 de abril de 2019

La Cultura no tiene momento fijo....

Al guajiro de esta tierra no le hace falta no más que una guitarra y se formó la fiesta. Aquí cantamos sin pedirle permiso a nadie: tenemos el corazón libre para hacerlo. Las siguientes fotografías fueron tomadas un domingo de defensa. Hasta los militares, que también son parte de este pueblo en donde somos todos para uno y uno para todos, olvidaron la rectitud de su profesión luego de terminado el ejercicio y tiraron al ritmo de un son montuno, sus pasillitos. Los que se presentan ante la comunidad son Los Martínez, grupo de la serranía que responde al familión de este apellido.

Representantes del grupo montuno Los Martínez

El pueblo después de la Defensa disfrutándo del número cultural


El Editor de este blog en el lugar







lunes, 29 de abril de 2019

Cuando los pescadores tienen suerte…


Dicen los más viejos que en antaño, estas aguas de la costa guamense estaban llenas de peces todo el tiempo. Ahora el cambio climático ha influenciado mucho y ya estos escasean. No quiere decir esto que los pescadores del también Primer Frente Oriental José Martí, ya no se aventuren a la mar en busca del sustento y no hagan sus buenas pescas, pero éstas ya no son como las de antes haciendo que éstos estén siempre bajo una fe que no muere por nada del mundo.

En tiempos de sargazo llegan los pargos. Las casuelas se llenan de un aroma inconfundible de filetes de este pez, lo mismo que en la más humilde casa que en los modernos paladares que atraen a los turistas nacionales o internacionales. Estuve en lugar indicado hace poco para ahora mostrarles esta galería de fotos. Allí desde la orilla pude ver la maravilla:

Los de la orilla observan cómo viene llegando dos botes

Los botes más de cerca

Así sacan del mar los botes en dicha comunidad pesquera

Hasta las más nuevas generaciones ayudan en el empuje

Instrumentos de pesca entre los que se puede ver un cordel y algunos peces

El fruto de la pesca

sábado, 27 de abril de 2019

Depositados en tierra guamense los restos de los patriarcas Pardo Guerra


Este sábado 27 de abril de 2019, fueron depositados en el Panteón del cementerio de la localidad guamense del Aserradero, los restos de Eufrosina Guerra y Manuel Pardo, patriarcas de la familia Pardo Guerra. Dicha familia jugó papel decisivo en nuestra última etapa de liberación al incorporar a unos cuantos de sus hijos a la lucha por la libertad de Cuba. El Cubo Oriental brinda fotografías de este momento tan emocionante en el que participaron autoridades del gobierno local tanto como provincial y representantes descendientes de estos dos nobles campesinos:    

Parte del pueblo reunido en el Cementerio del Aserradero

El pueblo rinde tributo a Eufrosina Guerra y a Manuel Pardo

Lugar que desde hoy guardará los restos

Placa con las figuras de ambos campesinos
Tarja con el nombre de ambos, fechas de nacimiento y muerte


miércoles, 24 de abril de 2019

Curiosidades Geográficas: Río Macío

En la frontera guamense con la provincia de Granma se encuentra el río Macío que le da nombre a la comunidad existente en el área. Este afluente es pues la división natural de ambas provincias, especialmente con el municipio Pilón que también como es lógico está íntegramente en la Sierra Maestra. Comparto desde El Cubo… algunas instantáneas del mencionado lugar: 


Alrededores que muestran la vegetación típica del lugar

Muestra del río en dirección de la costa


Muestra del río en dirección de las montañas

sábado, 20 de abril de 2019

El Cubo Oriental empieza su tercer año de vida


Llovía bastante en Contramaestre aquel día hace dos años atrás y dos personas que han sido importantes en mi vida aún estaban vivas. Recuerdo aquella tarde noche en la que fuera una verdadera odisea llegar a casa de mi abuela, evitando que se me mojase la memoria flash y le contase, aunque no supiese ni J de lo que yo le hablaba, de que en la blogósfera un nuevo componente de ésta había acabado de nacer en Internet y que éste servidor, unos de sus tantos nietos, tenía a partir de aquel entonces, un reto de aprendiz quizás para toda la vida. Después de bañarme y comer nada me hizo dormir aunque estaba cansado lográndolo sólo pasadas las tres de la mañana luego de seis horas de intento. Durante aquellas tratando de alcanzar el techo en plena oscuridad no podía dejar de pensar en aquel sitio en el que menos de medio día antes habíamos colgado para el mundo completo tres cuentos de mi autoría para empezar. Las jornadas siguientes cada persona allegada a mí dentro del círculo literario fue enterándose del inesperado suceso. Uno de ellos fue Eduard Encina Ramírez quien en una de esas húmedas mañanas mientras degustábamos un cafecito en él Café Cantante, me regalaría una de las primeras lecciones al decirme que desde ahora en lo adelante tendría que “aguantarme los huevos” y mantener, dejando la pereza a un lado, aquella página Web a la que ni yo mismo pensaba llevar tan lejos siéndoles un tanto sincero. Hoy El Cubo Oriental empieza su tercer año de existencia. No he tenido en este tiempo nada más excitante que hacer y que cause el mismo placer que éste, el de colgar parte de mis pensamientos y digitalizarlos para la posteridad. Nadie sabe dónde estaré a la vuelta de otros dos años. Es por eso que agradezco en todos mis amaneceres al Dios Altísimo el que mis pulmones y mi corazón sigan respirando y latiendo respectivamente. El Cubo Oriental es un pequeño mundo que voy expandiendo con cada idea. Estoy orgulloso de ser padre una vez más con cada texto que llega desde el reino de la nada, se instala en mi cabeza y que, saliendo molécula a molécula por las pulsaciones de mis dedos sobre el teclado virtual de una tableta, traspasa la frontera de lo invisible para quedar como una huella profunda de lo que soy y de lo que puedo ser. Aseguro que mientras se me permita, existirá siempre algo con qué alimentar el alma de este blog, escrito y editado desde el centro mismo de la Sierra Maestra y que únicamente podrá apagarse de modo alguno aquel día en que me muera. Escribo estas líneas sentado en la cama de mi habitación un poco agotado, sí, pero satisfecho por lo que ha sido El Cubo… y por las cosas que serán. Tengo como el Maestro fe en el mejoramiento humano. No quería irme a dormir sin antes recordar este segundo cumpleaños y desearle largo camino a recorrer, que siga creciendo para bien y que sea el tiempo quien tenga la última palabra.

Olber Gutiérrez Fernández 10 y 21 de la noche del 19 de abril de 2019.

lunes, 15 de abril de 2019

San José: un viaje inesperado. (Celebrando con este reportaje, el segundo aniversario de "El Cubo Oriental)



Texto: Olber Gutiérrez Fernández
Fotos: Cortesía de Yaumara Aroche Martínez

Caminar por los remotos parajes que existen en toda la tierra del Primer Frente Oriental suele ser un acontecimiento poco inusual para muchos, sobre todo cuando tienes que pasarte semanas y más semanas trabajando a la orilla, por la carretera que hay en la costa, y solo te puedes conformar con observarlos desde lejos, como si estuviese esto prohibido para ti por Providencia Divina. Son diversas  y humildes las comunidades que puede hallar quien se aventure loma arriba teniendo como único medio de transporte no más que su voluntad de combustible y de vehículo piernas y botas bien puestas. Estas se conforman de un grupo de personas que han elegido quedarse en lo alto para vivir sus vidas distanciados de la “modernidad a medias” que se vive en otros lugares del territorio. A lo largo y ancho de un municipio que abarca una franja de 157 kilómetros, no queda pedazo de tierra sin al menos una de éstas.

San José es la muestra que he elegido para contarles de estas comunidades que les he mencionado. Queda a las orillas del carretero que une a Guamá con Cruce de los Baños en el hermano municipio del Tercer Frente Mario Muñoz Monroy de quien es su capital municipal, aproximadamente a unos ocho u nueve kilómetros de Río Seco, uno de los puntos que pude encontrarse el viajante que viene desde la ciudad de Santiago de Cuba hacia Chivirico, poblado cabecera del territorio guamense. Según comentarios de sus propios habitantes, ellos no sobre pasan los ciento cincuenta individuos por lo que la convierte en una de las mas pequeñas.

La gente de San José trabaja en terrenos de los que salen la mayoría de aquellos productos que componen su dieta de alimentos como la yuca, boniato, guineo, ñame; frutas de la talla del zapote, guayaba, limón, mandarinas, etc. por así citar algunas. Podemos decir que estas producciones son  la envidia de las que loma abajo entre tanta modernidad se les hace difícil encontrarlas abundantemente, ya que estos pobladores más próximos al mar para adquirirlas tienen que pagarlas a precios algo elevados, cosa que el guajiro que las hace nacer de la tierra no suele hacer aunque, si lo pensamos detalladamente, éstos  también pagan el precio de sacrificar días y noches en el cuidado de sus cultivos de diversos peligros que pueden aparecer mientras se cumple el ciclo para al final cosechar el esfuerzo de tantos meses de desvelo.

Yo conocía de la existencia de San José desde hace mucho tiempo pero físicamente nunca había estado en él. Que si San José para aquí, que si San José para allá. Que si voy para San José, que si vengo de San José. Miles de comentarios sobre un tocayo bien cubanísimo y montuno de la capital costarricense en Centroamérica, pero jamás ni una fotografía siquiera del citado enclave. Hasta estuve alguna vez listo para subir a pie por cuestiones de trabajo hasta esta comunidad, pero nunca se cumplieron las expectativas de viaje y solo pude cumplirlas hace algunos días atrás en este abril de 2019.

Todo comenzó el 9 de abril. Como todos los primeros martes de cada mes se efectúa la reunión de promotores culturales, en su sede habitual en la Dirección Municipal de Cultura y luego que termina ésta los promotores que asisten a la misma se desparraman en diferentes direcciones. Así fue que hacia el mediodía nos encontramos Yaumara Aroche Martínez, Promotora Cultural del Consejo Popular El Francés y de quien por cierto, ya he escrito sobre su trabajo en este blog. No andaba sola en esta ocasión. La acompañaban Niurka Ortega Cruzata, que, por estos tiempos, la ayuda en la ardua labor que desempeña repartiendo cultura en los mas desamparados lugares y Eduardo Carro La Rosa, quien fuese un amigo inseparable en los años en los que deambulamos juntos becados “en lugares de la Mancha de cuyos nombres no quiero acordarme”  formando nuestro carácter y que ahora trabaja como Promotor en otro de los concejos populares. Mientras merendábamos en “El Gazebo”, uno de los paladares que existen en Chivirico, un exquisito batido y unos panes con tortillas de huevos criollos, se tocó el tema de la comunidad de San José. De ella Yaumara también me había donado alguna que otra fotografía de su trabajo allí, igualmente colocadas en El Cubo…  Entonces nació en mí el deseo de ver el lugar con mis propios ojos y la reservación fue hecha para dos días después, el jueves.

El 11 de abril me levanté haciendo la rutina de siempre. Sólo que esta vez mi viaje no sería hasta Chivirico como de costumbre; esta vez tendría que quedarme en Río Seco para esperar hasta cerca de las nueve de la mañana, pues a esa hora pasa tres veces a la semana con alguna que otra jornada de normal fallo, una guagua de montaña que atravesando por esa demarcación, se dirige al Cruce de los Baños. Las opiniones con respecto a este medio de transporte son divididas. Algunos opinan de la validez del servicio, la que por cierto hallo positiva, mientras que otros hablan del camino en los que hay puntos grandemente peligrosos y, sobre uno o dos accidentes ocurridos en estas vueltas tiempo atrás. La mañana algo lluviosa, detalle digno de notar. “Vamos a ver si nos guarda Dios, en Él confío”, pienso mientras espero.

A las nueve menos veinte aparece el “cajoncito”, como le llamamos popularmente. El precio es de cinco pesos y el corazón sobresaltado de pensar en esos tramos en los que por casualidades del destino pudiéramos estar media hora luego en el fondo de uno de los barrancos, pero la aventura de ver cosas nuevas puede más y ya no hay tiempo para arrepentimientos. El terreno mojado podría hacer patinar las gomas del vehículo. Confiemos en que salga todo bien. Yo no doy a demostrar ningún tipo de nerviosismo, todo lo contrario de Niurka que me dice de los escalofríos que recorren cada fibra de su cuerpo. Alguien desconocido interviene, comenta que no cojamos lucha, que no importa lo que estemos haciendo, cuando nos toca nos toca. Yaumara va formando su rumba y saca su celular para tomar las primeras fotografías de este viaje inesperado al menos para mí. Al menos una hora pasa antes de que vea por primera vez rastros de San José columpiándome al son del “cajoncito” que se mueve de aquí para allá y viceversa.

El “cajoncito” hace la parada justo frente con frente al Consultorio Médico de la Familia que a su lado tiene la pequeña escuela primaria nombrada Braulio Coroneaux  y que le rinde honores tomando su nombre, al héroe que muriese en la Batalla de Guisa finales de diciembre de 1958. Allí los pioneros nos reciben entonando su lema a la vez que curiosos se preguntan a sí mismos, imagino, por las miradas, quiénes son aquellos dos personajes que acompañan la seño Yaumara. Ésta nos presenta y Niurka y yo compartimos con ellos. Recibo de parte de estos la sencillez, la ternura que puede encontrarse en aquellas caritas de este “monte adentro”, siento con esto en el corazón, la respuesta  al porqué de Yaumara, a la que jamás he visto quejarse ni una vez,  sube a estos lares de una tierra que, aunque invisible para los que las oportunidades en el llano les son el mundo todo, se pierden la belleza de lo natural, de sentirse visitantes en entre palmas y rocío donde cantan los sinsontes y tocororos alegremente, amantes de la libertad.

Al rato de la llegada empieza a caer una llovizna que se mantiene por una o dos horas. Pienso en el descenso que será a pie y también en la grabadora de voz que llevo conmigo y con la cual trabajo. Pido a Dios tener más suerte y que solo llovizne sin muchas fuerzas o que escampe. Un aguacero fuerte podría dejármela fuera de uso. Por el momento voy utilizándola con los propios niños y algunos habitantes del lugar que enterados de nuestra presencia, se acercan para saludarnos o compartir con nosotros.

Perder la rutina de hacer lo mismo día tras día es bueno para la vida. No importa aquello que sea. Me sentí con el alma desencadenada subiendo allá arriba y rompiendo mi rutina de casa, trabajo, casa, trabajo, casa… como un autómata más del montón, viajando a ese Guamá que aunque cerca, algunos pretenden olvidar y otros como yo se indignan ante tal cosa.  

Para cerrar y como comentario final, el descenso nos fue bien. Parecíamos Yaumara, Niurka y yo un trío de muchachos divirtiéndonos entre fotografías, bromas y conversaciones. Entre las instantáneas una de las más interesantes es la de la “Baría del Comandante” de quien se cuenta que alguna vez Fidel Castro descansara en ella y hoy es como un objeto histórico natural vivo de la gente que vive en los alrededores de San José. Con ellas pues, las fotografías, cierro este reportaje:        

Niños de la escuela primaria de San José en el momento que llegamos

De izquierda a derecha Yaumara, el delegado de San José y Niurka

Vecino de San José, los niños y Niurka

El editor de este blog con el consultorio de San José detrás

Vegetación típica de San José

Niurka y yo en la Sala de Televisión Los Alarcones, cerca de San José

El editor de este blog al lado de la Baría del Comandante en la que se pintara sobre la corteza una bandera

La Baría desde lejos
Yaumara y Niurka en una de las fotografía tomadas por mí

Niurka y yo en el descenso

viernes, 12 de abril de 2019

Rubio

Caricatura de Armando Rubio

Para él éramos “catetos a la hipotenusa”, los que no disparábamos ni un chícharo en sus clases de matemáticas y lleno de ira se le ponía la cara roja de rabia cuando mandaba a algunos (y especialmente a mi primo Ernesto recuerdo) a la pizarra, pero estos para joder hacían mal los ejercicios, a veces por no saberlos de veras, otras por solo llevarle la contraria. Los muchachos incluyéndome a mí, que quedaban de la parte de acá, de las sillas y mesas en condición de espectadores, gozábamos de lo lindo con el espectáculo hasta prácticamente orinarnos de la risa. Su nombre era (es) Armando Rubio y ya tenía unos cuántos años dando sus lecciones de “tangentes y directrices” en aquella secundaria básica en la que algunas semanas atrás había yo ingresado contento de ir vestido de uniforme amarillo, muy distinto éste al que había llevado durante seis años previos amarrándome al cuello pañoletas azules y rojas. Corría por aquel entonces el primer mes del ciclo lectivo 2002-2003 en la Ciro Redondo García en un lugar llamado Caletón Blanco.

No poseo ninguna fotografía del profesor de quien les hablo. Solo esta caricatura que le hiciera Zulema García Prado, una Instructora de Arte amiga mía en la especialidad de Plástica tiempo antes de que se retirara definitivamente hará menos de tres años. Compartí con Rubio no únicamente siendo su alumno y en el octavo grado que fuera mi profesor general integral, también tuve el placer de tenerlo como compañero cuando cursaba mi cuarto curso de  estudios pedagógicos y me tocara hacer las prácticas docentes en aquel centro donde hiciera mis travesuras de adolescente. Recuerdo con cariño de este periodo no lejano en mi historia, sobre todo los mediodías en que nos sentábamos a reposar el almuerzo y me contaba anécdotas de  su juventud. Desde mis tiempos de alumno hasta aquellos en los que sin proponérmelo llegué a ser, reitero, un compañero de trabajo más a su lado, a este inolvidable educador todos sin excepciones brindaban gigantesco respeto. Nadie podía tacharle ninguna conducta inadecuada que mereciese lo contrario. Comparto con ustedes la caricatura que, archivada entre los papeles de Zulema, recientemente encontrara mientras revisaba con la vista viejos dibujos realizados por ella.

martes, 9 de abril de 2019

Apartamento 7 (Cuento)

El edificio 15-B donde vivo tiene numerosos misterios. El más interesante es el del apartamento 7 con su puerta pintada de verde. Nadie ha visto nunca a la nueva familia que vive en él y quienes aseguran haber visto algo sólo son un par de borrachos que una madrugada vieron tres sombras que entraban y cerraban la puerta rápidamente detrás de sí.

Eso deduce poco pero deja abierta la imaginación.

Tampoco ninguno de los porteros puede aclarar las dudas. Afirman que el apartamento después de permanecer cerrado todo un año fue rentado un martes y el miércoles le estaban pintando la puerta de verde. El viernes casi al amanecer se quedó dormido el portero que estaba de turno luego de una noche completa en vela. Lo despertó con toque de hombros el dueño del inmueble, un viejo estirado y largo, que no se sabe como entró, para decirle que los nuevos inquilinos del apartamento 7 estaban instalados y que no los molestara si ellos no lo pedían. Por las escaleras bajaban cuatro hombres y en la entrada estaba parqueado un carro negro de mudanza. Al portero le llamó el color negro. En la ciudad todos eran preferiblemente blancos. Unos metros más adelante la flamante limosina del dueño.

“¡Imposible!” pensó el pobre hombre cuando miró el reloj. Habían pasado quince minutos. ¿En qué tiempo llegaron, desmontaron todo y lo subieron? Aquel ajetreo lo hubiese despertado. Además, su reloj tenía las pilas nuevas. Improbable que se hubiese detenido. El portero afirma haberse quedado estupefacto sin hallarle explicación al suceso. Mi abuela lo invita a tomar café todas las mañanas cuando termina su turno y de entre los muchos temas de conversación que sacan el preferido es ese del apartamento 7  y por el cuál empezó a interesarme la historia.

“El viejo Borges se está volviendo loco.” me dijo con sus ojos redondos bien abiertos  cuando se marchó el portero mientras levantaba las piernas en su vieja banqueta y se daba abanico sin más opción ante la rotura del ventilador.

Recuerdo que en el apartamento 7 vivía una señora muy anciana. La pobre estiró la pata. Quien la cuidaba era una trabajadora social llamada Mirna que cuando se dio cuenta de que estaba muerta, salió al pasillo formando tremenda gritería. Pero esa es una cuestión menos importante ahora. ¿Quiénes son los que viven en el apartamento  7 y más extraño aún, por qué pintaron la puerta de verde?



3 de julio 2017.       
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