lunes, 6 de enero de 2020

“Siempre, en los primeros días de enero”



El editor de este blog
Siempre, en los primeros días de enero, después de las vueltas al "malasuertes" del puerco, el congrí, las yucas, la lechuga, las cervezas y la algarabía en la isla entera, miro hacia el pasado sin poder obviar ese peso de recuerdos no tan lejanos. Repaso entonces en silencio las cosas que marcaron mi vida en meses y años anteriores, y no puedo dejar de darle las  gracias a Dios por donde me encuentro a mis casi tres décadas de existencia. Hay quienes me dicen de vez en vez que esto no es tanto tiempo, que aún no he vivido lo suficiente para sentirme afortunado. Con el pensamiento me defiendo contra eso: no olvido nunca que a mi alrededor ha muerto gente más joven que yo, sin llegar todavía a los veinte años de edad. De ahí mi agradecimiento a Jesús en cada despertar, como primera orden de mis jornadas matinales cuando los gallos distantes me regresan del mundo de los sueños. En cada una de estas trato de superarme para ser mejor hombre y persona a cada instante. Intento no ser presa del odio ni de la amargura. Reviso con prisa de ratón de biblioteca mi amplia colección de libros en mis tardes libres para que me hablen mis escritores favoritos. Beso a mi mujer antes de salir a trabajar. Observo el sol que en estas primeras horas del primer mes del año aquí en la costa guamense y montañosa, sale por la linea del mar, y doce más tarde se esconde por el horizonte. Escucho música del Benny o del Bola para no contagiarme con la cotidianeidad de estos tiempos. Lucho una guerra conmigo mismo para que no crezca mi lado ladino (al igual que dice una canción interpretada por buena fe), que me germinen flores en el corazón y me visto el alma de pura sencillez, sabiendo que las grandes virtudes del ser humano residen allí.

Siempre, en los primeros días de enero, tengo algo de miedo en no saber las venturas y desventuras que me esperan en estos próximos trecientos sesenta y seis por veinticuatro, pero a la vez me siento feliz y confiado, por ser este guerrero que disfruta a cada instante las bocanadas de aire que pasan por sus pulmones. No existe nada parecido. Ni existirá. Créanme. Si fueron eternos los millones de años que no estuve y lo serán aquellos que no estaré después que muera, cómo no amar cada segundo en los que sé son todos un regalo del Altísimo, y aunque la vida nos sea un breve tiempo de ventaja en contra de no ser nada en algún momento, ver el tesoro que somos para nosotros mismos en este universo tan diverso, es irónicamente la tarea pendiente más urgente a realizar. Me gusta escuchar las aves como si fuese la primera vez, a los grillos en concierto cada noche por los rincones de la casa, mientras los chicos juguetean puros sin ser “culpables” aún de lo que se vive en las calles. En fin: siempre, en los primeros días de enero tengo el optimismo dispuesto como el mejor combustible para seguir amando las cosas que me engrandecen, y me hacen dejar huellas de lo fui, soy, y por ley universal cuando menos me lo espere dejaré de ser.

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