martes, 18 de agosto de 2020

El profe Ibrahim…

Ibrahim en una demostración histórica


Acaba de morir hace algunas horas sumándose a la lista de quienes se hanido sin dejarme contar en este blog las historias inéditas que habían en sus vidas. Tuve el inmenso honor de oírlo hablar de la Historia de Cuba con pasión desorbitarte cuando compartíamos cátedra en el centro mixto “Israel Pardo Guerra” de este municipio y por aquellos tiempos yo era un pedazo de aprendiz en lo que él tenía más de cuarenta años recorridos: el profe Ibrahim era por lo tanto, en el Departamento de profesores de Historia, el más experimentado y hablaba de Céspedes Maceo, Gómez y Martí (por así citar algunos ejemplos), con tanta certeza como si hubise estado machete en cintura en la manigua con ellos. 

Ante aquellos alumnos que siempre estaban en “la guanajá”, como dijéramos en buen cubano en sus turnos de clases, su mano no le temblaba para regañarlos rectamente, cosa que me hacía compararlo con un sacerdote moderno al que no le gustaba que le faltasen el respeto a su religión bajo ninguna razón del mundo.

Recuerdo claramente con especial cariño uno de esos días de dos mil diecisiete en el horario de receso, cuando nos dábamos nuestros buches de refresco y partíamos el pan bañado con una fina capa de mantequilla con tranquilidad, que de buenas a primeras instalamos a conversar sobre aquellos Presidentes de la seudo república cubana. Evocó entonces su época de estudiante en La Habana, de cuando lo llevaron a ver a Grau San Martín que a inicios de la década de los sesenta sacaban de su residencia a tomar el sol en las mañanas y junto a un grupo de compañeros tuvo la oportunidad de ver. Aquello prendió en mí los deseos de realizarle una entrevista para EL CUBO que por entonces empezaba sus andanzas.

Meses luego realizaron en la escuela una ceremonia de reconocimiento a combatientes que en los inicios de la Revolución lucharon contra los bandidos en Guamá y de pie en la plaza estuvo el profe explicando con batuta firme en un mapa y su palabra certera aquellos incidentes de la historia municipal. La entrevista nunca pude hacerla pero de aquel día guardo entre mis archivos fotografías donde lo vemos presente en dicho homenaje a los combatientes.

En materias historiográficas los profesores más jóvenes siempre lo consultábamos y con voz  rápida nos decía: “Coja el libro compay y venga pa´ca”, y ahí mismo, sentados a la mesa o debajo de una sombra te explicaba lo que quisieras párrafo a párrafo. Algo que también lo identificaba ante mí era que a pesar de sus problemas de salud siempre llegaba puntual a la escuela y a sus turnos. En esas cuestiones compartimos en incontables ocasiones desde Chivirico los coches de dos pesos, en las primeras horas de cada jornada para estar a tiempo en los matutinos y en la primera línea de fuego. Con su partida Guamá pierde a un hijo ilustre, a un sabio, a un amigo. Haberlo conocido fue un verdadero placer y lo despido hacia la inmortalidad diciéndole: ¡Gracias Ibrahim por sus lecciones! 

En otro evento pedagógico

 

 

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