El séptimo arte
en Cuba va más allá en sus orígenes que aquél creado por la aparición en marzo
de 1959 del Instituto Cubano del Arte e Industrias Cinematográficas, una de las
primeras iniciativas de la naciente Revolución Cubana por en su empeño de
levantar el espíritu cultural del pueblo cubano. Hubo en la isla desde las
primeras décadas del siglo XX grandes personajes que soñaran en competir a la
par de las producciones pioneras estadounidenses de la época y hasta es
meritorio que en 1897 los hermanos Lumiere estrenasen en La Habana el cinematógrafo.
Una historia
muy larga pues que no pretendo contar en este texto. No es esta mi idea.
Mis palabras nomás
servirán para dar algunas impresiones sobre mi percepción sobre las obras en
celuloide en general que se han producido en el patio a lo largo de casi
setenta años desde Historias de la Revolución o la Lucia de Humberto Solás en sus tres cuentos,
hasta las producciones digitales de hoy día. No mencionarlas directamente a
cada una de ellas sino de lo que para mí significa el cine cubano, un cine que
no será estéticamente el de las altas producciones de países desarrollados pero
que mantiene y mantendrá siempre la esencia de nuestra humilde tierra.
Mi conciencia
cinematográfica empezó a formarse en la década de los noventa cuando era el
chamaco que en chancletitas, shorts hechos de los viejos uniformes de cursos
pasados y camisetas hechas por mi abuela en su vieja máquina de coser, andaba
de casa en casa para algo y los apagones característicos de la época nos
sorprendían a todas horas.
Entre películas
animadas de Walt Disney y algunas cubanas que casi siempre ponían en fechas
especiales, el amor por las obras producidas foráneas e isleñas, fue formándose
en mi pensamiento y no sería hasta mi adolescencia que me daría cuenta. En vez
de estar como los demás chicos jugando a la pelota o a los trompos, yo prefería
quedarme frente a los viejos krim 18 cuando
por ejemplo, los diez de octubre pasan títulos como La Primera Carga al Machete o
Clandestinos de Fernando Pérez.
El buen
cinéfilo sabe que las producciones hollywoodenses son extremamente famosas por
su excelente fotografía y calidad de imágenes. Esto me conllevó a desarrollar
un gusto singular y extraordinario desde el punto de vista de un exigente espectador.
Disfruto de las películas al máximo cuando vienen en una buena copia sobre todo
en el Paquete de la Semana
en las que vienen en formatos de alta definición como lo son los sistemas avi,
mp4 o los más actuales como el 4k o mkv. A dichos formatos también se adaptan los
filmes cubanos que, actualmente se realizan con tecnología digital, pero no han corrido la misma suerte aquellos
realizados entre 1959 y finales de los años noventa en lo que se refiere a
dicha calidad.
Por ejemplo,
alguna que otra copia de Clandestinos producida y estrenada en 1987 pueden
verse de vez en cuando por la TV
y es para mí una pena que parezca ser un filme de más de sesenta años y
duramente maltratado. Clandestinos no es solamente el único caso. Hay otras como
La bella de la Alhambra
dirigida por Pineda Barnet que ha corrido la misma suerte. También un clásico
en los animados como lo son los cortos todos de Elpidio Valdés y sus filmes
producidos desde mediados de la década del setenta hasta los principios de 1990
o el mítico Vampiros en la
Habana, ambas obras del famoso dibujante matancero Juan
Padrón. Les hago siempre una comparación con la Blanca Nieves de
Disney estrenada en el lejano 1937, y es sumamente impresionante que esta
última obra se mantenga en tan buenas condiciones y las que pienso que
identifican mi país, realizadas tan sólo hace algunos años gocen de tan mal
cuido.
Estoy
consciente de que las grandes empresas de entretenimientos estadounidenses
viven constantemente de las innovaciones tecnológicas, que sus grandes cintas
se adaptan a los nuevos tiempos y muchas de ellas son remasterizadas con
efectos especiales de punta (ejemplo de los que les hablo Star Wars 1977, que
fuera relanzada en varias ocasiones con significantes cambios). Estoy
consciente de esto, reitero, y que nuestro país es un pequeño estado carente de
estas tecnologías a su debido momento pero consideró que esto no es pretexto
para que las obras cubanas no sean preservadas con el recelo que deban tener. A
pesar de esto he visto excelentes copias. Una de ellas fue Fresa y Chocolate,
Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío presentada por Robert Redfordf a
través de la productora Miramax y curiosamente en DVD manufacturado en España.
Considero que la cinematografía de una nación
debe ser celosamente custodiada y preservada. Las nuevas generaciones también tendrán
cinémanos que quieran disfrutar del derecho de ver películas antiguas en
perfecta calidad, de excelente fotografía. Que quieran disfrutar de las
historias que cuenten los filmes con una impecable transparencia.
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