Nadie puede olvidar que
fuiste otra estrella que nos iluminó.
Que Martí te hablaba al oído
cuando eras pequeño y comenzabas a leer sus obras.
Que subiste al Turquino con
fusil al hombro
Para decirle: -Tendrás tu
Patria como la soñaste: Libre o pereceré en el intento.
Nadie puede olvidar el gran
corazón que latió en ti
Y que con oprimidos quiso
estar dejando a un lado las riquezas
En las que naciste.
Pudiste decir que no,
dejarnos en la miseria, pero tu destino
Sería ser el segundo
universal cubano y,
Fidel, sé ahora que noventa
años no son suficientes para hacer la obra.
Para que nos digas todo lo
que supiste…
Lo que tenemos que saber…
Ahora la gente te
lleva en fotografías, archivos de vídeos, en las huellas que hay de ti en los libros
de historia recientes y sobre todas las cosas, en el espíritu. Parece que ya han
pasado dos siglos desde aquella madrugada en la que supe que habías partido e
incrédulo no lo quería aceptar. Tú nunca me conociste pero yo a ti sí cuando
niño en la escuela: estabas en mi texto de primer grado con tu uniforme verde
olivo, saludando en una plaza al pueblo que te aclamaba. Luego supe de las
hazañas en la sierra y de aquel intento de asaltar al Moncada cuando aun ni mi
padre nacía, de que significaba para todos el primero de enero de1959. Así
empecé a amarte y no aceptaba que aquel vecino de mi cuadra tuviese tu nombre
pues para mi siempre eras único, nadie más tenía el derecho de poseer tu nombre
ni de tener el de compartir contigo lo que significas para un pueblo que te
debe la libertad.
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