sábado, 20 de abril de 2019

El Cubo Oriental empieza su tercer año de vida


Llovía bastante en Contramaestre aquel día hace dos años atrás y dos personas que han sido importantes en mi vida aún estaban vivas. Recuerdo aquella tarde noche en la que fuera una verdadera odisea llegar a casa de mi abuela, evitando que se me mojase la memoria flash y le contase, aunque no supiese ni J de lo que yo le hablaba, de que en la blogósfera un nuevo componente de ésta había acabado de nacer en Internet y que éste servidor, unos de sus tantos nietos, tenía a partir de aquel entonces, un reto de aprendiz quizás para toda la vida. Después de bañarme y comer nada me hizo dormir aunque estaba cansado lográndolo sólo pasadas las tres de la mañana luego de seis horas de intento. Durante aquellas tratando de alcanzar el techo en plena oscuridad no podía dejar de pensar en aquel sitio en el que menos de medio día antes habíamos colgado para el mundo completo tres cuentos de mi autoría para empezar. Las jornadas siguientes cada persona allegada a mí dentro del círculo literario fue enterándose del inesperado suceso. Uno de ellos fue Eduard Encina Ramírez quien en una de esas húmedas mañanas mientras degustábamos un cafecito en él Café Cantante, me regalaría una de las primeras lecciones al decirme que desde ahora en lo adelante tendría que “aguantarme los huevos” y mantener, dejando la pereza a un lado, aquella página Web a la que ni yo mismo pensaba llevar tan lejos siéndoles un tanto sincero. Hoy El Cubo Oriental empieza su tercer año de existencia. No he tenido en este tiempo nada más excitante que hacer y que cause el mismo placer que éste, el de colgar parte de mis pensamientos y digitalizarlos para la posteridad. Nadie sabe dónde estaré a la vuelta de otros dos años. Es por eso que agradezco en todos mis amaneceres al Dios Altísimo el que mis pulmones y mi corazón sigan respirando y latiendo respectivamente. El Cubo Oriental es un pequeño mundo que voy expandiendo con cada idea. Estoy orgulloso de ser padre una vez más con cada texto que llega desde el reino de la nada, se instala en mi cabeza y que, saliendo molécula a molécula por las pulsaciones de mis dedos sobre el teclado virtual de una tableta, traspasa la frontera de lo invisible para quedar como una huella profunda de lo que soy y de lo que puedo ser. Aseguro que mientras se me permita, existirá siempre algo con qué alimentar el alma de este blog, escrito y editado desde el centro mismo de la Sierra Maestra y que únicamente podrá apagarse de modo alguno aquel día en que me muera. Escribo estas líneas sentado en la cama de mi habitación un poco agotado, sí, pero satisfecho por lo que ha sido El Cubo… y por las cosas que serán. Tengo como el Maestro fe en el mejoramiento humano. No quería irme a dormir sin antes recordar este segundo cumpleaños y desearle largo camino a recorrer, que siga creciendo para bien y que sea el tiempo quien tenga la última palabra.

Olber Gutiérrez Fernández 10 y 21 de la noche del 19 de abril de 2019.

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