sábado, 2 de febrero de 2019

Faltas de ortografías digitales



Por las cosas que pude deducir, ella sabe que ser profesora en la universidad demanda un estudio bien fuerte de las materias y sobre todo, dominio perfecto a la hora de impartirlas. Estas conclusiones la saco de los más de noventa minutos en los que magistralmente defendió la primera clase, en un diplomado de infocomunicaciones que recibimos en la Universidad de Oriente, un grupo que trabajamos en el sistema radial santiaguero. Todo perfecto: vuelvo a sentirme un alumno de esta casa de altos estudios luego de estar ausente de estas aulas por tres años. A lo lejos en la pared, el reflejo del datashow  en el que la docente universitaria se apoya para ir decodificando sus informaciones, que más tarde copiaremos en nuestras usebés.



De pronto ella misma lo nota pues a pesar de que cuando preparas algún material, y tienes que usar procesadores de textos y que estos te ayudan a escribir sin saltarte las reglas ortográficas, se da cuenta de que ha cometido algunos errores en el procedimiento. Nadie, o al menos en mi caso, le importa que esto suceda y sea la causa para que se vea lo que está exponiendo como un fracaso. Porque como dije al principio sabe lo que dice, por qué lo dice y para qué lo dice. Pero no puedo dejar de pensar en el hallazgo: ¿faltas de ortografías digitales? Acto seguido lo escribo de la parte superior en la libreta de notas para no olvidar el tema. ¿He entonces descubierto que las faltas también han saltado del papel físico a la hoja electrónica? Nunca me había pasado por la mente.



Quizás el origen fue el descuido en los momentos en los que tecleaba las diapositivas, pero no dejan de ser faltas ortográficas de nuestro español milenario, aquel que un día cruzó en tres calaveras el atlántico para formar sus variantes en las diferentes regiones del continente, libre del que se hablaba en el reino de Castilla y que incorporaría tantas palabras de los pueblos aborígenes de la América, aquella que sería por más de cuatro siglos propiedad de las metrópolis europeas.



Hoy millones de hispanoparlantes  escriben en Internet y por todas las esferas que se asocien con éste último. La humanidad camina en una era informatizada de la que creo, ni Julio Verne, el padre de la ciencia ficción moderna, pudiese haber imaginado cuando gestaba sus famosas novelas. Recuerdo las “guerras educacionales” que nos formaban las maestras en la primaria y secundaria para que escribiésemos conformes a la Academia Real de la Lengua Española pero en lo que respecta a mí cuando alguien me pregunta si tengo muchas faltas ortográficas, modestamente digo que muy poquitas, pero sí grandemente desfiguración de letras.



Auque exista modernas computadoras y que Microsoft Word te subraye en rojo las cosas que escribes mal, parece que los errores ortográficos no pretenden desaparecer sobre la faz de la tierra. Tal vez sea el mismo español “nuestro de cada día” quien tenga la culpa por tantos grafemas con la misma pronunciación y esas vueltas de la lengua del compañero Cervantes. ¿Moraleja que he aprendido?: hay que escribir lo más legítimo posible y hacerle el merecido honor a nuestro idioma materno. Revisar y revisar mil veces lo que escribes porque, si quieres que te lean, hay que empeñarse en escribir con las manchas menos posibles.             

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