sábado, 9 de febrero de 2019

Nina (Relato)



Basado en una historia real

Ya perdió la cuenta de su edad y padece demencia senil. He escuchado muchas veces a los vecinos comentar que cuando joven no fue buena madre y como resultado ahora está recogiendo lo sembrado. Su casa es de tablas viejas, zinc oxidado como techo y se las pasa las horas sentada en una silla de ruedas mirando por la ventana. El  cuarto donde duerme posee una cama mal armada e incómoda. El colchón siempre está húmedo. No puede pararse a tiempo, ¿entiendes? Ni tampoco hacerlo sola. Su hija la abandonó cansada de luchar con ella. No todas las personas tienen el aguante para botar heces y orine todos los días y en todo momento. El hijo que tiene le trae de comer en las tardes, pero no le es suficiente. Le grita de vez en cuando porque se les caen las vasijas. Sus viejas manos ya no son las de antes. Además de estar mojado frecuentemente duerme a veces en su colchón sin sábanas limpias y por el que suben hormigas para torturarla. Tiene un solo vestido, mugriento y no lleva ropa interior no sé hace cuanto. Hubo unos meses que el vecino más cercano la ayudaba, pero cada cual anda en su mundo. Son pocos los corazones sinceros que a la hora de la verdad ayudan sin pedir cuentas del pasado. La soledad está con ella como un castigo. ¿Eso es vida o estaría mejor muerta? Las hormigas que suben por las patas de la cama la pican pero no importa, ¿se ha adaptado o no tiene fuerzas para gritar? En ese momento no, pero en  las madrugadas su lamento se escucha por todo el barrio y tal vez los niños más pequeños, aquellos que todavía no entienden las cosas de ésta vida la toman por una vieja bruja con el aspecto que tiene. A ciencia cierta afirmo que no debe acordar mucho de sus acciones pasadas. Quizás merezca las cuentas que la existencia le está pasando y la factura es inmensa. ¡Pero es un ser humano coño, no un cadáver! Dios nos da la capacidad de elegir, actuar y el perdón de los que nos rodean puede ser una. Ha perdido la noción del tiempo, enfatizo en esto. No sabe en qué año está ni los días. Sigue parqueada en su “trono”, con mirada frágil. Ya el mal olor debe haber bloqueado sus orificios nasales. Me pregunto entonces qué somos, hasta dónde llega la verdad, hasta dónde las mentiras.

4 de enero de 2017 Original
9 de febrero de 2019 Revisado

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