viernes, 26 de octubre de 2018

Odisea Crónica de quien viaja para trabajar lejos: de regreso a casa.



Los ómnibus de montaña o Cajón (Fotografía tomada del diario El Artemiseño)

 Me transformo en algo que no se que es pero va muy mal humorado cuando a las cinco de la tarde tengo que coger la guagua o el Cajón como le decimos al transporte de montaña que sale desde Chivirico hacia Santiago de Cuba a lo largo de más de setenta y dos kilómetros en los que se van quedando unos cuantos trabajadores. La odisea a veces no es odisea. El Cajón viene vacío y todos damos gracias pero por lo general no siempre es así. Antes criticaba a los que viajaban desde distancias de hasta superar los cincuenta millas y nos los entendía. Ahora los entiendo a la perfección.

La vida del guamense que trabaja lejos se limita a crearse una paciencia enorme porque el Cajón viene tan pero tan lleno que no cabe en él ni un alfiler en más del ochenta por ciento de las acasiones. Carecemos por tantas dificultades de un transporte seguro pero no nos falta la fe de salir cada día a batallar, a aguantar cuando tenemos la suerte de abordar la guagua a punta de patadas en las espinillas, el calor, a alguien que nos mira con mala cara, a la que no le gustan que la aprieten.no nos falta la fe: que entiendan esto los que si les da la gana lean esta página.

Volvemos al tema: logro acomodarme en una esquina del Cajón. Aquel en que me transformo quiere también mandar a freír tusas a quien me saque de las casillas, pero me auto educo y callo. Solo hablo con los conocidos que me acompañan en mi aventura de las tardes. A veces me entretengo mirando las montañas o al mar, depende en que lado me acurruque. El viaje dura una hora y quince minutos. En la primera parada de lo que considero el barrio de Cañizo pido mi parada. Medio mallugado y la frente sudada a más no poder abro la puerta. Bajo con mis cosas. Le doy gracias a Dios porque vencí una jornada más y lo más importarte, no le partí la cara a nadie y lo más importante aún, nadie me tocó la mía.

Mañana a las cinco, pero de la madrugada, el alcatelito multifacético (despertador, grabadora, teléfono, reloj, cine móvil), resonará por toda mi humilde casa. Me levantaré. Me haré nuevamente un huevo (si hay), se lo echaré al pan de la bodega, saldré a coger algún artefacto con ruedas y volveré a la carga como un loco quijote de este siglo XXI en donde soy un guamense más que no piensa si tiene dinero o no aunque mis bolsillos suenen vacíos, aunque la panza me traqueé por no comerme un almuerzo de lujo todo el día. Encarecidamente pido a Jesús me guarde antes de bajar el escalón hacia la parada….       

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