sábado, 23 de marzo de 2019

Borges y García Márquez en mi vida




Borges, García Márquez, Eduard Encina y yo
Fue en mis tiempos de adolescente en que oí hablar de ambos por primera vez. Quizás en aquellas clases de Español Literatura en los que te inculcaban a algunos autores de renombrado prestigio, no recuerdo exactamente, pero luego pasarían algunos años hasta que al fin, como inevitable profecía, chocaría con las geniales escrituras de ambos. Cómplice del milagro estuvo Eduard Encina, el poeta bairero que en uno de los tantos cafés de aquellos inolvidables domingos junto a él pegadita su casa a la línea del tren, me hizo ver ejemplares del argentino y colombiano respectivamente. 

Así fue que por primera vez llegó a mis manos una copia de esa gran obra que es “Cien Años De Soledad” y a la que le dediqué dos semanas completas de lectura. De esta forma me fui empapando de la historia de los Buendía hasta leerme cada palabra de las más de cuatrocientas páginas del legendario libro. Quedé impactado durante aquellos catorce días al tomar el primer trago de esa fuente que representa ya para el mundo, el legado innegable del “Realismo Mágico”. 

Dos puntos de la novela recuerdo con gran cariño: el primero es el de Remedio la bella que nunca “conoció” varón y por su pureza ascendió a los cielos como vino al mundo; el segundo punto, aquel increíble recorrido de la sangre cuando asesinan a José Arcadio Buendía y esta de mensajera, como guiada por el Ser Divino, le avisa a la madre de éste sobre la tragedia. Aún me queda por leerme otras tantas cosas de García Márquez pero, y no es porque sea una de sus novelas más reconocidas, “Cien Años…” es una muestra perfecta de la genialidad del colombiano. 

En cuanto al argentino, Eduard me obsequió un ejemplar editado aquí en Cuba y que fuera una selección de Roberto Fernández Retamar de piezas icónicas de este hombre también cumbre del siglo XX. Dentro del volumen de ensayos y relatos elegí los últimos. De estos disfruté al máximo. Piezas como “El Sur” o “El Aleph” hacen ver al genio en toda su plenitud. Todavía me quedan pendientes los ensayos. De momento agradezco Encina por habérmelos insinuado. Lo demás fue producto de mi curiosidad ante la magia eterna que significa leer y descubrir el mundo desde otro punto de vista. De Borges y sus cuentos quien a mi juicio se lleva el mérito “La muerte y brújula” por su desenlace tan inesperado para Erik Lönnrot. 

En fin, ambos escritores universales, que desembarcaron en mi intelecto bajo efectos del cubano Eduard Encina quien me los presentara, han calado mi alma y espiritualidad. Aun no he terminado con ellos y creo que estoy a tan solo de haber comenzado a andar algunos metros de las miles de millas que nacen de sus respectivas literaturas.       

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