lunes, 19 de noviembre de 2018

Apuntes sobre cine





El séptimo arte en Cuba va más allá en sus orígenes que aquél creado por la aparición en marzo de 1959 del Instituto Cubano del Arte e Industrias Cinematográficas, una de las primeras iniciativas de la naciente Revolución Cubana por en su empeño de levantar el espíritu cultural del pueblo cubano. Hubo en la isla desde las primeras décadas del siglo XX grandes personajes que soñaran en competir a la par de las producciones pioneras estadounidenses de la época y hasta es meritorio que en 1897 los hermanos Lumiere estrenasen en La Habana el cinematógrafo.


Una historia muy larga pues que no pretendo contar en este texto. No es esta mi idea.


Mis palabras nomás servirán para dar algunas impresiones sobre mi percepción sobre las obras en celuloide en general que se han producido en el patio a lo largo de casi setenta años desde Historias de la Revolución o la Lucia de Humberto Solás en sus tres cuentos, hasta las producciones digitales de hoy día. No mencionarlas directamente a cada una de ellas sino de lo que para mí significa el cine cubano, un cine que no será estéticamente el de las altas producciones de países desarrollados pero que mantiene y mantendrá siempre la esencia de nuestra humilde tierra.


Mi conciencia cinematográfica empezó a formarse en la década de los noventa cuando era el chamaco que en chancletitas, shorts hechos de los viejos uniformes de cursos pasados y camisetas hechas por mi abuela en su vieja máquina de coser, andaba de casa en casa para algo y los apagones característicos de la época nos sorprendían a todas horas.


Entre películas animadas de Walt Disney y algunas cubanas que casi siempre ponían en fechas especiales, el amor por las obras producidas foráneas e isleñas, fue formándose en mi pensamiento y no sería hasta mi adolescencia que me daría cuenta. En vez de estar como los demás chicos jugando a la pelota o a los trompos, yo prefería quedarme frente a los  viejos krim 18 cuando por ejemplo, los diez de octubre pasan títulos como La Primera Carga al Machete o Clandestinos de Fernando Pérez.


El buen cinéfilo sabe que las producciones hollywoodenses son extremamente famosas por su excelente fotografía y calidad de imágenes. Esto me conllevó a desarrollar un gusto singular y extraordinario desde el punto de vista de un exigente espectador. Disfruto de las películas al máximo cuando vienen en una buena copia sobre todo en el Paquete de la Semana en las que vienen en formatos de alta definición como lo son los sistemas avi, mp4 o los más actuales como el 4k o mkv. A dichos formatos también se adaptan los filmes cubanos que, actualmente se realizan con tecnología digital, pero  no han corrido la misma suerte aquellos realizados entre 1959 y finales de los años noventa en lo que se refiere a dicha calidad.


Por ejemplo, alguna que otra copia de Clandestinos producida y estrenada en 1987 pueden verse de vez en cuando por la TV y es para mí una pena que parezca ser un filme de más de sesenta años y duramente maltratado. Clandestinos no es solamente el único caso. Hay otras como La bella de la Alhambra dirigida por Pineda Barnet que ha corrido la misma suerte. También un clásico en los animados como lo son los cortos todos de Elpidio Valdés y sus filmes producidos desde mediados de la década del setenta hasta los principios de 1990 o el mítico Vampiros en la Habana, ambas obras del famoso dibujante matancero Juan Padrón. Les hago siempre una comparación con la Blanca Nieves de Disney estrenada en el lejano 1937, y es sumamente impresionante que esta última obra se mantenga en tan buenas condiciones y las que pienso que identifican mi país, realizadas tan sólo hace algunos años gocen de tan mal cuido.


Estoy consciente de que las grandes empresas de entretenimientos estadounidenses viven constantemente de las innovaciones tecnológicas, que sus grandes cintas se adaptan a los nuevos tiempos y muchas de ellas son remasterizadas con efectos especiales de punta (ejemplo de los que les hablo Star Wars 1977, que fuera relanzada en varias ocasiones con significantes cambios). Estoy consciente de esto, reitero, y que nuestro país es un pequeño estado carente de estas tecnologías a su debido momento pero consideró que esto no es pretexto para que las obras cubanas no sean preservadas con el recelo que deban tener. A pesar de esto he visto excelentes copias. Una de ellas fue Fresa y Chocolate, Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío presentada por Robert Redfordf a través de la productora Miramax y curiosamente en DVD manufacturado en España.

  
Considero que la cinematografía de una nación debe ser celosamente custodiada y preservada. Las nuevas generaciones también tendrán cinémanos que quieran disfrutar del derecho de ver películas antiguas en perfecta calidad, de excelente fotografía. Que quieran disfrutar de las historias que cuenten los filmes con una impecable transparencia.




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