Ciro Elio Pérez Jiménez en su juventud |
Rey de los medos y
persas, Ciro I fue un conocido gobernante de la Historia Antigua de la
humanidad. Es mencionado en la Biblia al final del libro de 2da de Crónicas y a
principios de Esdras, el que narra pasajes de la vida de uno de los sacerdotes
que pudo regresar de la deportación para ver la reconstrucción del templo de
Jerusalén después de un exilio de más de setenta años. Muchos desde entonces
han llevado a cuestas este nombre a lo largo y ancho del tiempo en las
diferentes culturas del globo terráqueo y los cubanos no nos hemos escapado a
la tradición. Han existido pues en la mayor isla del Caribe cientos y cientos
de lugareños llamados Ciro.
El artemiseño Ciro
Redondo García nació en la antigua provincia de la Habana el 9 de diciembre de
1931. Su figura trasciende en nuestra historiografía por haber sido uno de los
más relevantes hijos de Artemisa y sobre todo, por ser el guerrillero caído en
el famoso combate de Mar verde del Turquino el 29 de noviembre de 1957 contra
las tropas batistianas al mando de Sánchez Mosqueda, tristemente recordado por
sus crímenes hacia la población campesina en la zona de operaciones. Redondo
García tiene por tal razón un lugar eterno en la lista de héroes que los
guamenses conservan en la memoria. Motivo suficiente por el cual una vez
constituido el sistema de Secundarias Básicas en nuestro territorio la que se
sitúa en el Consejo Popular de Caletón Blanco lleva su nombre en forma de
homenaje.
Otro Ciro, Ciro
Elio Pérez Jiménez, nació aquí en la Sierra Maestra el 30 de marzo de 1940
viviendo parte de su vida en el Aserradero donde creó afición por el pasado de
la Patria, la poesía costumbrista y la música. Fue con estas tres tendencias
cultivadas que se empezó a ganar la admiración y el respeto de todo el pueblo
que todavía le recuerda. Ciro creció en las vicisitudes del campesino de
entonces. Se ganó la vida de diferentes formas. Una ellas fue la de hacer
hornos de carbón como muchos de los hijos de la entonces provincia de Oriente
alejados de la cotidianidad de las ciudades. Escucho a diario cómo los
diferentes personajes que deambulan en sus quehaceres por el poblado hablan
sobre él como si se lo fuesen a encontrar a la vuelta de la esquina.
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Estos dos Ciros,
además de compartir nombre de pila, poseen algo en común que los une incuestionablemente
a pesar de sus evidentes nacimientos en contextos algo diferentes. Del punto
que los conecta me cuenta la vecina Ángela Ro Gutiérrez quien fuera en antaño
mi profesora de Geografía en la propia Ciro Redondo y que de manera decisiva es
la inspiradora de esta crónica:
´´Se buscaba un himno para las escuelas
locales del territorio´´ me comenta Ángela mientras estrega algunas prendas en la batea que
tiene en el patio de su casa´´. Eso fue a
inicios de los años dos mil. Nos dijeron en una reunión de la existente
necesidad de que alguien escribiera una marcha para que nos identificara. Era
una tarea propuesta, si la memoria no me falla, por el Ministerio de Educación
o del Partido. No recuerdo si fui yo quien se ofreció o me lo encomendaron.
Sabia de un vecino de mi localidad, destacado en los actos culturales, amante
de la música y de la composición, habilidoso para dibujarlas en el aire. Su
nombre era Ciro Elio Pérez Jiménez.
Contacté con él y le di los datos
biográficos del otro Ciro. Por ejemplo: dónde había nacido y cuáles eran las
cosas meritorias de su vida. Ya él tenía nociones efecto de que se las pasaba
estudiando temas sobre el pasado histórico de Cuba. Le especifiqué exactamente
lo que queríamos tener y no lo pensó dos veces. Cuatro días luego ya lo tenía
compuesto. Disfrutaba de las sencillas variantes en las que se puede escribir y
resaltar sin ser profesional declarado en la literatura. Nació con ese arte.
Así se mantuvo hasta sus últimos días. Cuando me entregó el manuscrito no hizo
alarde en querer leerlo. Pasé la vista al papel y estaba genial. Su pérdida física fue un duro golpe para la
cultura local.
Estudiantes de la escuela Ciro Redondo García |
De vuelta a la escuela se lo entregué a
Iraide Paumier que en aquellos tiempos era la guía de los pioneros. La
dirección de entonces se preocupó de que todos los grupos se prendieran la
letra en los espacios libres que no afectaran la docencia. Hoy todavía las
actuales generaciones de alumnos vienen y van cantando en las mañanas de las
jornadas lectivas, además de ´´La Bayamesa´´ nuestro himno nacional, aquel que
fuera escrito por Ciro Elio perpetuando la presencia de su tocayo artemiseño´´.
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Anexo: Himno de la
Secundaria Básica Ciro Redondo García.
De Artemisa por la
historia
Ciro Redondo
marchó,
A buscar la
libertad
Que Martí nos
prometió.
Fue en Mar Verde
del Turquino
Donde la Patria
sembró,
De sus restos una
escuela
A Caletón le nació.
Hoy juramos ser
ejemplo,
Ciro en vano no
cayó,
Y su vida generosa
Aquí se multiplicó.
¡Venceremos!