sábado, 26 de enero de 2019

Año 46


Un día inolvidable junto a mi amigo

Mañana estarías cumpliendo 46 años de edad y recuerdo en este instante cuando cumpliste los 44. Yo estaba abriéndome “pasos” en mi segundo período de servicio social agobiado por las clases, papeles y gajes del oficio que representa ser profesor en Cuba. Aquel mediodía hice una llamada a Contramaestre. Siempre Arnoldo era quien cogía el telefono o sino Diana pero esta vez confundido escuché otra voz. No era usual escucharte a través de la vía al principio no te conocí.

“Oye, soy yo: ¿no me reconoces?” preguntaste.

“¿Eduard?”, intenté adivinar.

“Parece mentira que no me hallas conocido”

“Lo que pasa es que no es normal que hablemos por teléfono” me justifiqué. “¿Cómo están las cosas? ¿Y Mailer, Handel y Malcolm?”

“Estamos todos aquí celebrando mi cumpleaños, compartiendo el día con Arnoldo y Diana. ¿Cómo anda tu vida, estás leyendo?”

“Aquí en el trabajo dando mis clasecitas de Historia. Cada vez que tengo un chance me siento en la biblioteca con el Borges que me dedicaste. Loco por terminar este año para ver que hago con mi futuro.”

“No te mates chama, cumple con el deber y luego veremos que pasa”.

Tuve ganas inmensas de tener poderes de teletransportación y en tan solo unos momentos estar allá con ustedes. Siempre tenía (o tengo todavía) el gran anhelo de pisar la tierra que me vio nacer cuando las cosas se pintan de muchos colores extraños en mi cabeza y del que no esta exento aquella jornada. No es preciso detallar para qué era que llamaba a Arnoldo pero recuerdo que hablé con él. Me dijo del fiestón montado en el pequeño y modesto patio trasero en el que habita un cafeto y una guásima en la calle misma en la que naciera el pueblo. Nadie sospechaba la jugada de las moiras Átropos y Láquesis que tendrían efecto unos meses luego.

En este presente de 2019 y contando, sigo acordándome de ti todos lo días. Resistiendo la idea de tu partida aún. No sé si estaría bien o mal maldecir estos instantes en los que vienen a mí aquellos para acordarme que la existencia es breve, que nada traemos y que nada nos llevamos, que la duda vuelve y los sobresaltos me atrapan el alma al pensar que tengo yo también que dejar de respirar. Me consuelo al pensar que Dios te tiene en tu seno y que junto a los ángeles cantas, que lograste la meta de llegar donde la luz resplandece. Aquí el tiempo pasará y no habrá fórmulas ni alquimias posibles que, mientras lata mi corazón, hagan desaparecer de mis memorias los minutos y horas ligadas a tu inseparable amistad. Año 46 cumplido. No serás nunca pasado sino presente eterno.

Olber Gutiérrez Fernández, enero 26 de 2019

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