lunes, 28 de enero de 2019

Yo también tengo cosas que decir de mis días en la beca





A mi hermano Arnoldo para que lea.
Porque leyendo y leyendo su “Caracol” encontré “La Beca”,
 publicado el jueves 17 de julio de 2014.

De mis días de becado tengo buenos y malos recuerdos. No era por aquel entonces un chico que sabía defenderse y al que le tocó el “bullyng” también tantas veces. El primero fue en los días en los que me adaptaba al décimo grado en una escuela algo alejada de todo rastro de entorno familiar. Allí estaba Ricardo el de onceno, a quien hasta los profesores tenían algo de miedo por ser un muchacho de gran estatura y voz intimidante. A Ricardo le gustaba pasearse por las madrugadas por las camas de los más chicos y hacerles bromas pesadas que dejaré a la imaginación del lector. Solo me limitaré a hacerles la historia de la que me hizo y que me alertó que ya no eran tiempos de la secundaria y que no podía dormirme temprano a las diez cuando daban el toque de sueño. En aquel septiembre donde mi vida cambió recuerdo que me acosté en la litera después del pase de lista y como una piedra me dormí enseguida. Ricardo y sus compinches me pusieron un tabaco “Crédito” de esos que venden en las bodegas encendiéndomelo. El humo hizo que sintiera ardor en los ojos. Desde ese momento fue difícil dormir mientras estuve en ese lugar. Veía las veinticuatro jornadas que debía pasar allí como un infierno. Era adaptarme o joderme. Con el discursar del tiempo vi como le pintaban los labios a otros con pasta de dientes y con esta dar galletas, cintazos caían sobre los que se quedaban dormidos de espalda, las botas daban a veces contra caras inocentes y vi heridas en las mejillas. Hasta ponerle corriente a la puerta metálica del albergue. Me dormía a las dos y pico para tener que levantarme a las cuatro y cuarenta y cinco de la madrugada con tremenda ojeras. Las aventuras de Ricardo en aquellos meses acabaron abruptamente. En aquel pase de fin de año moriría electrocutado en tiempo de intensa lluvia. De la escuela mandaron unas parejas de estudiantes para que le hicieran guardia de honor frente a un cadáver carbonizado. A veces pienso que Ricardo era un jodedor de los buenos y que pocos de los de primero no le tenían odio. No merecía a mi juicio terminar así. Escuché en tres cursos y medio de las perdidas de sábanas, pantalones y camisas, ropa de quien se hacían los bonitos en medio de aquel monte, riñas, piñazos a trocha y mocha. A mí también me robaron algún que otro pulóver y no me faltó responder alguna vez por cosas que se esfumaron en mis turnos de cuartelero. Vi hembras perder la dignidad de manos menos imaginable. Era difícil que alguna entrase y mantuviese la virginidad. Doy gracias al cielo que aquellos tiempos de odisea en la que me tuve que poner fuerte o me llevaba el diablo quedaron atrás. He aprendido a defenderme y que si respetas tienes el derecho inalienable de que te respeten. No tengo pesadillas sobre este pasado del que solamente he contado una de las tantas anécdotas y me he referido superficialmente de otras. Camino con la frente en alto en el presente. Ya no dejo que nadie se burle de mí y aquellos que lo intentan no los dejo sin respuesta.          

1 comentario:

ARNOLDO FERNANDEZ VERDECIA dijo...

Excelente mi hermano....Un fuerte abrazo....La beca es una pesadilla de la que todavía no me despierto.....

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