A
mi hermano Arnoldo para que lea.
Porque
leyendo y leyendo su “Caracol” encontré “La Beca”,
publicado el jueves 17 de julio de 2014.
De mis días de becado tengo
buenos y malos recuerdos. No era por aquel entonces un chico que sabía
defenderse y al que le tocó el “bullyng” también tantas veces. El primero fue
en los días en los que me adaptaba al décimo grado en una escuela algo alejada
de todo rastro de entorno familiar. Allí estaba Ricardo el de onceno, a quien
hasta los profesores tenían algo de miedo por ser un muchacho de gran estatura
y voz intimidante. A Ricardo le gustaba pasearse por las madrugadas por las
camas de los más chicos y hacerles bromas pesadas que dejaré a la imaginación
del lector. Solo me limitaré a hacerles la historia de la que me hizo y que me
alertó que ya no eran tiempos de la secundaria y que no podía dormirme temprano
a las diez cuando daban el toque de sueño. En aquel septiembre donde mi vida
cambió recuerdo que me acosté en la litera después del pase de lista y como una
piedra me dormí enseguida. Ricardo y sus compinches me pusieron un tabaco
“Crédito” de esos que venden en las bodegas encendiéndomelo. El humo hizo que
sintiera ardor en los ojos. Desde ese momento fue difícil dormir mientras estuve
en ese lugar. Veía las veinticuatro jornadas que debía pasar allí como un
infierno. Era adaptarme o joderme. Con el discursar del tiempo vi como le
pintaban los labios a otros con pasta de dientes y con esta dar galletas, cintazos
caían sobre los que se quedaban dormidos de espalda, las botas daban a veces
contra caras inocentes y vi heridas en las mejillas. Hasta ponerle corriente a
la puerta metálica del albergue. Me dormía a las dos y pico para tener que
levantarme a las cuatro y cuarenta y cinco de la madrugada con tremenda ojeras.
Las aventuras de Ricardo en aquellos meses acabaron abruptamente. En aquel pase
de fin de año moriría electrocutado en tiempo de intensa lluvia. De la escuela
mandaron unas parejas de estudiantes para que le hicieran guardia de honor
frente a un cadáver carbonizado. A veces pienso que Ricardo era un jodedor de
los buenos y que pocos de los de primero no le tenían odio. No merecía a mi
juicio terminar así. Escuché en tres cursos y medio de las perdidas de sábanas,
pantalones y camisas, ropa de quien se hacían los bonitos en medio de aquel
monte, riñas, piñazos a trocha y mocha. A mí también me robaron algún que otro
pulóver y no me faltó responder alguna vez por cosas que se esfumaron en mis
turnos de cuartelero. Vi hembras perder la dignidad de manos menos imaginable. Era
difícil que alguna entrase y mantuviese la virginidad. Doy gracias al cielo que
aquellos tiempos de odisea en la que me tuve que poner fuerte o me llevaba el
diablo quedaron atrás. He aprendido a defenderme y que si respetas tienes el
derecho inalienable de que te respeten. No tengo pesadillas sobre este pasado del
que solamente he contado una de las tantas anécdotas y me he referido
superficialmente de otras. Camino con la frente en alto en el presente. Ya no
dejo que nadie se burle de mí y aquellos que lo intentan no los dejo sin
respuesta.
1 comentario:
Excelente mi hermano....Un fuerte abrazo....La beca es una pesadilla de la que todavía no me despierto.....
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